Vamos a hacer unos números rápidos. Imaginemos que estamos en gravedad 0 defendiéndonos de unos piratas que están abordando nuestra Orion. Como nos mola lo vintage tenemos una Magnum .357 con una fantástica potencia de fuego y penetración. Vemos a uno de los piratas desprevenido y saltamos sobre el flotando por la habitación a 2 m/s (unos 7km/h) y cosiendole a tiros.
Nuestro magnifico Magnum .357 tiene una velocidad de salida de 440 m/s y una masa de proyectil de 8.1 gramos. Eso da una cantidad de movimiento de 440 * 0.0081 = 3,564 kg*m/s
Nuestro hercúleo cuerpo virtual y nuestro traje espacial y equipo pesan unos 100 kilos. Ya que nos desplazamos a 2 m/s con respecto a la habitación, nuestra cantidad de movimiento es de 200kg*m/s.
Con estos datos necesitaríamos vaciar mas de 9 veces nuestro cargador de 6 balas para conseguir detenernos disparando.
Magnífica exposición. La relación entre masas y velocidades lo deja muy claro matemáticamente. Verlo clar intuitivamente ya es otra historia.
Intuitivamente todo el mundo entiende que las armas de fuego liberan grandes fuerzas violentamente (como se percibe en su retroceso y sobre todo en el efecto de los impactos) pero se comete el error de pensar que una fuerza elevada y violenta causa por definición un movimiento grande y NO tiene porque ser así. Si la fuerza se aplica solo durante un instante muy pequeño, la cantidad de energía transmitida sera también muy pequeña. La clave está en la duración.
Si un experto en artes marciales lanza un golpe seco al pecho de otra persona los efectos serán demoledores y como poco la victima acabara con un moretón imponente, tejidos dañados y puede que alguna fractura. Sin embargo si el golpe es muy seco probablemente no se mueva ni un milímetro. Por el contrario si yo mismo empujo suavemente a esa persona no le causaré daño alguno pero se verá obligada a dar un paso atrás, equilibrarse y oponerse a mi empuje para no caer o ser arrastrada indefinidamente.
Las armas de fuego llevan al extremo la aplicación instantanea de fuerzas, mediante una explosión, causando efectos devastadores con lo que en realidad es una cantidad de energía muy pequeña (y por tanto un empuje muy pequeño) pero aplicada de forma muy violenta.
Es la diferencia entre parar un coche que circula a 30km/h frenando muy suavemente o estrellarlo contra un muro de hormigon. En el primer caso los pasajeros apenas perciben la frenada y en el segundo, de no llevar cinturón, se dejan los dientes en el salpicadero.