24 de enero de 2945

Y sí, sigo espaciando más las entradas de la bitácora. Fue curioso esta vez, porque en vez de ser porque no había nada que contar, fue debido a que hubo una serie de acontecimientos que me mantuvieron preocupado y ocupado. Para empezar, un pequeño recordatorio: Aún después de la compra de una nave, la empresa, en mi caso RSI, suele poner a disposición del público actualizaciones de software de los distintos componentes para mejorar sus prestaciones o corregir imperfecciones que pueden haber pasado erróneamente el control de calidad. Estas actualizaciones están disponibles para descarga desde la mayor parte de boyas de comunicaciones o, en los asentamientos grandes, la descarga se hace en forma automatizada desde las múltiples antenas que hay para facilitar la comunicación entre los habitantes. Dado el tamaño de nuestra organización y su relativa cercanía a una de las colonias más importantes del planeta, los miembros gozamos de actualizaciones automáticas, por lo que es una preocupación menos para nosotros. Por desgracia, con la última descarga de software venía un error de código que anulaba el reconocimiento de la temperatura de las armas. Y claro, nadie sabía de ello. Yo me enteré de la peor manera.

Me dirigía a un sistema cercano para comprar artículos electrónicos que podría revender en mi sistema de origen. Llevaba un cargamento ligero, pues no había hallado suficiente materia prima a buen precio en mi última parada, así que esperaba volver con el contenedor lleno para compensar el viaje. En eso, el radar de mi nave me alertó de una nave que se aproximaba en rumbo de intercepción. Exhalé un suspiro de frustración. Nunca salía bien parado del todo de los enfrentamientos. Pensé en un momento en que debería hacer un entrenamiento militar de pilotaje, pero entonces realmente estaría luchando todo el tiempo y habría más probabilidades de terminar muerto antes de tiempo.
Activando las armas y mirando a mi alrededor para comprobar el sector esperé a la identificación de la nave. Un par de segundos después el radar reconoció la señal como una 300i. Me preocupé un poco. Estas naves, aunque frágiles, eran bastante maniobrables y rápidas. Reduje mi velocidad y ascendí por si acaso sólo era un civil que pasaba por ahí, pero entonces la señal cambió de rumbo para adecuarse a mi cambio de vector. «Ni modo. Aquí vamos de nuevo...» dije con un nuevo suspiro, aunque con una mirada más decidida. Entonces giré mi nave para encarar la amenaza directamente. No había manera de que pudiera superarlo en velocidad, así que huír estaba fuera de las opciones. Esperé pacientemente a que estuviera a distancia de tiro mientras movía el indicador de energía a armas y escudos, y un momento antes de la distancia ideal disparé mis armas. Los haces de luz rojiza de mis CF-007 Bulldog iluminaron y activaron el escudo enemigo, sacándome una sonrisa de satisfacción al comprobar que había acertado la primera ráfaga. No obstante, como era de esperar, los disparos enemigos no tardaron en venir. Hice movimientos ligeros para evitar algunos de ellos, pero confiaba en que mis escudos aguantarían más de lo que harían los suyos. Por desgracia, la alta velocidad de la 300i hizo que la primera pasada fuera muy corta y no cayeran los escudos de ninguno de los dos. Contrariado, reduje la velocidad para girar más rápido y luego hice andar los postquemadores para alejarme de donde me encontraba, a tiempo para evitar un par de ráfagas de mi oponente. Apreté los dientes para aguantar las repentinas fuerzas G frontales producto de mi maniobra y, aún a casi máxima velocidad, completé mi giro para tener nuevamente a la 300i a tiro. En cuanto lo conseguí comencé a marcarla y preparé un misil para cuando cayeran sus escudos. Ante esto, él hizo lo mismo, por lo que reduje un poco mi velocidad y volví a disparar mis armas. En eso reparé que éstas se encontraban mucho más calientes de lo que deberían estar. Sin embargo, no podía dejar de disparar si quería salir de ésta. Continué lanzando pequeñas ráfagas hasta que el «clin» que señalaba que el objetivo había sido marcado me hizo volver a enfocarme en el objetivo. Esperé un momento a que se acercara más y ya casi a 500 metros solté el misil, a lo que él hizo lo mismo conmigo. Entonces activé los postquemadores y giré hacia el otro lado mientras soltaba una bengala. Dado que mi rival iba a máxima velocidad no tuvo tiempo de evadir mi proyectil y éste le dio de lleno. No obstante, no fue suficiente para hacerle caer los escudos. Algo preocupado, me apresuré a girar para volver a tenerlo a tiro. El piloto de la 300i realizó una curva más amplia, probablemente para darle tiempo a sus escudos a que se regeneren. Yo aceleré lo más que pude para tratar de interceptarlo, pero mi pobre nave no daba para más. En eso reparé nuevamente en los controles y noté que la temperatura de mis armas no disminuía. Empecé a preocuparme rápidamente al darme cuenta de lo que ello significaba: Si los sensores estaban fallando tendría que calcular la temperatura de mis armas por intuición, pero si las mediciones eran correctas y las armas no se estaban refrigerando me podría quedar sin ellas en un par de ráfagas. Y en el otro extremo, si no continuaba disparando probablemente perdería tanto la nave como mi vida en el peor de los casos. Mientras pensaba, el piloto enemigo terminó su vuelta y se dirigía nuevamente hacia mí. Ya más resuelto, dirigí la nave hacia él mientras lo volvía a marcar. Esta vez preparé dos misiles. Si mis armas caían, más valía que mi oponente también lo haga. En cuanto estuvo a distancia de tiro comencé a disparar nuevamente. Veía con nerviosismo como el indicador de temperatura seguía aumentando, pero al menos mis proyectiles estaban dando en el blanco. Como temía, la 300i también estaba marcándome y pronto lanzó un misil. Dejé de disparar y cabeceé hacia adelante con mi nave para luego soltar una bengala y, mientras volvía a ascender, encender los postquemadores y disparar mis propios misiles. Volví a disparar, pero sólo con los cañones superiores con la esperanza de botarle los escudos antes que impactaran los Behring Marksman HS. Por desgracia, la bengala lanzada por el piloto de la 300i hizo que uno de mis misiles cambiara de rumbo, pero el otro impactó de lleno. En medio de la explosión vi el campo electroestático característico de la caída de los escudos, lo que me alegró sobremanera, pero entonces noté que la nave se dirigía en rumbo de colisión. Traté de esquivarla, pero no pude evitar golpear una de sus alas. Ésta se partió en cuatro trozos mayores e innumerables pequeños. Mi escudo en tanto terminó de ceder y el refuerzo de la cabina punta de diamante saltó en pedazos. La protección transparente de la cabina se resquebrajó y amenazaba romperse. Ambas naves giramos sin control por unos momentos, pero, a base de cortos chorros de postquemadores pude volverla a estabilizar. Mientras giraba penasba en la necesidad de pilotar con el traje espacial puesto para casos de emergencia como éstos, pero la incomodidad de usarlos por tiempos prolongados me había hecho decantar por la ropa civil. Entonces volví a la realidad y noté que la 300i, al perder casi por completo una de sus alas, intentaba alejarse. Comprobé mis armas y ambos CF-007 Bulldog superiores se habían fundido. Abrí fuego entonces con mis dos armas restantes a la nave enemiga mientras la volvía a marcar y preparaba mi último misil. Varios de los impactos dieron en los motores, haciendo que estallaran en llamas. Unos momentos después se sintió una especie de chispazo y mis cañones dejaron de disparar. Como temía, también se habían recalentado. La 300i trataba de huír, pero con el motor en llamas apenas era capaz de superar la velocidad de mi nave. Entonces sentí el «clin» de objetivo marcado nuevamente y dejé salir mi última carga. Mi oponente lanzó una bengala, pero, tanto por las llamas que emanaban de sus motores como la ala que le faltaba y le impedía maniobrar correctamente, el Marksman HS impactó de lleno en la antaño nave de lujo, despedazándola en una vistosa explosión. Exhalé aliviado al ver aquello, pues llevaba conteniendo la respiración desde que había recuperado el control de mi nave. Estuve mirando durante unos momentos como los fragmentos se dispersaban por el espacio antes de retomar mi rumbo.
Ya en el planeta de destino me enteré de la falla en la actualización automática: RSI había publicado una carta de advertencia en donde pedía que todos los propietarios de naves de la clase Aurora las llevaran a un concesionario autorizado para hacerles una revisión completa. En mi caso sería algo más que una revisión, pero si las reparaciones me salían gratis, bienvenido era. Como añadido, el comunicado señalaba que la empresa había llegado a un acuerdo con Origin para facilitar una 300i en forma de préstamo durante el tiempo que tomen las revisiones y reparaciones de las naves afectadas. Considerando mi encuentro reciente, me mostraba un poco reticente a la idea de usar una de estas naves, pero considerando que tampoco podría volar pronto mientras reparaban mi Aurora, me animé a iniciar los trámites. Había hecho unos vuelos con una 300i en el simulador de Original Systems en las naves de algunos compañeros cowboys, así que perdido, perdido no estaría. Lo malo es que para cargar no servía mucho. ¿Quizás como taxi? Hmmm, tendría problemas obteniendo licencia, y seguro me la hubiesen dado una vez mi Aurora ya estuviera reparada. ¿Tal vez unas vacaciones cortas? Tenía una nave de lujo ahora. Bien podría tomarme un descanso.