Radu Ghazi se acomodó en la litera, dejando que el colchón se adaptara al peso de su cuerpo. Le impresionaba el sostén que ofrecía. A la mayoría de diseñadores de naves les daba igual el aguante de los colchones. Parecían invertir todo su tiempo en dedicar créditos y atención a los aspectos más sexys de las naves: el fuselaje, las armas, los motores... Los puntos clave de venta, los había oído llamar. Eso había sido en Prime, en algún bar de clase alta donde a él no se le había perdido nada. Pero el elemento que estas compañías parecían incapaces de percibir era que cuando te pasabas meses a la deriva, un colchón cómodo podía tener tanta importancia para salvarte la vida como un casco blindado.
El ascensor de la esclusa emitió un siseo y su puerta se abrió. Un hombre de baja estatura vestido con un traje de vuelo de aspecto caro pero que le quedaba fatal salió del ascensor y se dirigió hacia las literas, poniéndose ante la vista de Radu.
Radu le descargó un tiro con su pistola. El proyectil de energía atravesó el pequeño visor facial del hombre e impactó en su cabeza. El hombre se derrumbó y se quedó quieto en el suelo. De su herida brotó un pequeño hilillo de humo.
Radu salió de la litera, arrastró el cadáver hasta el ascensor y paseó su mirada con interés por el interior de la Constellation. A lo mejor le iría bien comprar una de éstas cuando dispusiera de los créditos necesarios.
Radu pulsó el botón de «Bajar» del ascensor. La plataforma se estremeció levemente y empezó a descender.
En el exterior, el sol apenas acababa de empezar a alzarse sobre la superficie de Daymar. Remolinos de polvo trazaban espirales iluminados por el resplandor que precedía al amanecer. Radu cruzó la plataforma de aterrizaje, sin perder de vista los oscuros edificios que había dispersos en torno a todo el perímetro del puesto avanzado.
Según su reconocimiento preliminar, el objetivo (aprenderse sus nombres sólo servía para confundirle las ideas) era siempre el primero en levantarse, por lo que no esperaba toparse con ningún testigo, pero uno debía estar siempre preparado ante cualquier eventualidad. Ese tipo de flexibilidad era lo que le había permitido salir vivo de algunas situaciones peliagudas.
Radu avanzó hacia el escarpado pico detrás del cual había posado su nave. La gravilla crujía bajo las suelas de sus botas mientras él daba un vistazo rápido al edificio más cercano que tenía detrás. Un difuminado logotipo de Rayari Inc. era apenas visible bajo todo el polvo acumulado. Radu había oído hablar sobre esta empresa en el Espectro de tanto en tanto, pero no tenía ni la menor idea de a qué se dedicaba realmente, y mucho menos de que interés podría tener en un lugar como éste.
¿Qué has de hacer para que te envíen a semejante lugar? se preguntó Radu mientras subía la colina. Uno de sus pasatiempos favoritos consistía en tratar de figurarse las razones por las que las personas habían terminado en el lugar donde estaban ahora. Sus seis años pasados en la milicia de Bremen viendo a la gente ir y venir le habían proporcionado cuantiosas oportunidades para observar a las personas. De eso, sin embargo, ya hacía mucho tiempo.
Llegó a la cima de la colina y realizó un exhaustivo escaneo de todo el puesto avanzado para asegurarse de que todo seguía en calma. La luz emitida por la estrella de Stanton brotaba ahora furtivamente de la línea del horizonte. La luna estaba tranquila y silenciosa.
Radu volvió a dirigir brevemente su mirada hacia la Constellation que aguardaba en la pista de aterrizaje, preguntándose fugazmente cuánto tiempo pasaría antes de que alguien descubriera el cadáver que él había dejado en su interior, y luego se dio la vuelta y empezó a bajar la ladera en dirección a su propia nave. El viejo Gladius había pertenecido a su padre, y era del mismo modelo que su progenitor había pilotado durante su servicio en las fuerzas militares. Radu y su padre lo habían adquirido en una venta de material obsoleto y se habían pasado dos años reparándolo. Cuando Radu su alistó en la milicia, su padre le cedió la posesión de la nave.
Al cabo de unos instantes, después de que el brillante resplandor de sus propulsores pasara a formar parte de las estrellas del firmamento, el puesto avanzado volvió a quedar en silencio.
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Los créditos llegaron a la cuenta de Radu al mismo tiempo que él entraba en el eje principal de Grim HEX. El nodo central de la deteriorada estación estaba bañado por la luz parpadeante de la gigantesca pantalla comunitaria que se alzaba en lo alto. Lo que antaño había sido la sección administrativa de la estación donde publicar noticias, ofertas de trabajo, anuncios, eventos locales, etcétera, era ahora una oleada de ruido digital, imágenes fracturadas y el ocasional emblema de los Nueve Colas.
Radu no entendía qué necesidad sentía esa jauría de forajidos de que los paneles de anuncios mostraran su símbolo. No es que pudiera producirse ninguna confusión respecto a quién estaba ahora al cargo de este lugar. Mirando a su alrededor, contó hasta ocho matones vestidos con armadura personal que mostraban bien visible el distintivo de los Nueve Colas, iban armados hasta los dientes y parecían ansiosos por tener una excusa para darles uso.
Un drogadicto salió corriendo de un tenderete cercano prácticamente abandonado mostrando esa excitación febril que viene justo después de darse un chute. Radu se apartó de su camino y contempló cómo desaparecía en el interior de uno de los sinuosos callejones traseros. Resultó que Radu no era el único que vigilaba al drogadicto. Su mirada se cruzó con la de un par de ocupas vestidos con prendas harapientas manchadas de aceite. Las manos de ambos ocupas sufrían convulsiones esporádicas, y parecían estar esperando a ver si Radu se disponía a ir tras el drogadicto. Cuando vieron que Radu se daba la vuelta, los ocupas se internaron furtivamente en el callejón en pos de su presa.
El viejo «38» estaba bastante vacío, por lo que Radu pudo hacerse con un asiento al final de la barra. Al viejo amargado no le tocaba trabajar hoy, así que en su lugar estaba el chaval que parecía estar a tan solo un mal día de acabar como el drogadicto al que Radu acababa de ver.
─¿Te traigo algo? ─le preguntó a Radu mientras limpiaba un vaso sucio.
─Ginebra con Pips ─respondió Radu.
El chaval asintió y empezó a preparar la bebida sin darse ninguna prisa. Radu no pudo evitar quedarse mirando cómo el chaval repasaba todas y cada una de las botellas que había en expositor hasta encontrar cualquier ginebra barata que utilizaran. A continuación, el chaval tuvo que buscar en tres neveras antes de poder encontrar una lata de Pips. La forma en que mezcló ambas bebidas resultó todavía más desalentadora.
Por fin, el chaval puso ante Radu el vaso lleno casi por entero de ginebra.
─Ya me dirás si está bien ─dijo con un atisbo de esperanza.
Radu tomó un trago y se estremeció. Era muchísima ginebra.
─Sí, tranquilo. Está bien.
El joven barman sonrió, hizo el gesto de pulgar hacia arriba y luego se dispuso a «limpiar» unos cuantos vasos más.
Radu sacó su mobi y fue pasando los titulares del Espectro, pero todos decían lo de siempre: el miedo y el dinero seguían siendo los dos motores que impulsaban a toda la humanidad.
─¿Qué tal, jefe?
Radu levantó la mirada de su mobi. Esa voz era inconfundible. Madrigal era un matón de tres al cuarto de los NovaRiders. Se decía que Madrigal había sido de la CCS, el departamento civil del servicio de seguridad corporativa de Hurston, pero lo echaron por uso excesivo de la violencia. Su especialidad eran los cobros pendientes, algo que por desgracia había puesto a Radu en su radar. Dos de sus sicarios le estaban esperando en la puerta, presuntamente para impedir que Radu pudiera salir corriendo por ella.
─Hola, Ayrs ─dijo Madrigal mientras se ponía cómodo en el taburete contiguo al de Radu─. Ponme un Rust.
El chaval al otro lado de la barra sonrió y dedicó otra prolongada cantidad de tiempo a tratar de identificar la botella correcta.
Mientras tanto, Madrigal soltó un suspiro teatral y se giró para encararse hacia Radu, quien se limitó a mantener su mirada fijada al frente todo ese rato.
─He oído que podrías tener algo para mí.
─¿En serio? ─contestó Radu para luego tomar un trago de su bebida. El hielo había rebajado la potencia de la ginebra. O tal vez fuera debido a su creciente rabia...
─Me lo ha dicho una persona a la que otra persona le ha comentado que tú acabas de terminar un encargo de finalización ─dijo Madrigal con una sonrisa presuntuosa en el rostro y sin apartar su mirada de Radu─. O sea, ya sabes que soy un tipo muy social, y cuántos amigos tengo.
Radu no dijo nada. Madrigal siguió vigilándolo.
─Estoy esperando ─dijo al fin.
─Me acaban de transferir los créditos. Iba a enviarlos ahora ─contestó Radu, tras lo cual sacó su mobi y envió el pago a cualesquier cuenta falsa que los NovaRiders hubieran creado para recibir el dinero. Radu vio cómo la cifra de su propia cuenta bajaba hasta los dos dígitos.
─Bien, muy bien ─se regodeó Madrigal mientras Ayrs le entregaba un vaso de Rust. Madrigal lo vació rápidamente de un trago y luego comprobó su mobi. No parecía impresionado─. Parece que te has quedado un poco corto.
─Eso es lo pagaban ─dijo Radu tomando otro de su bebida─. Si no te gusta tu tajada, discútelo con ellos.
Madrigal agarró a Radu por la nuca y le estampó la cabeza contra la barra. Todos quienes estaban dentro del bar dieron un brinco al oír el golpe, pero nadie hizo nada. El joven barman se alejó en busca de más vasos que limpiar.
─Detengámonos un momento y recapitulemos. Tú nos debes dinero, así que eres todo nuestro. Si dejas de pagarnos, mueres. Si tratas de huir, mueres. Y si no te gusta, entonces tal vez no debiste hacer lo que hiciste. Así que vigila conmigo el puto tono de tu voz. Estás vivo porque nos eres útil, y créeme cuando te digo que eso puede cambiar con rapidez ─de pronto, la sonrisa presuntuosa volvió al rostro de Madrigal─. Bueno, ésta ha sido una buena charla. Te quedan dos días para pagarnos lo de este mes. Estoy seguro de que sabrás conseguir el dinero.
Madrigal asió el vaso de Radu y se bebió también su contenido.
─Gracias por el trago.
Nadie se atrevió a mirar a Madrigal mientras éste abandonaba el bar. La pareja de sacos de músculos que aguardaban en la entrada le siguieron al exterior.
Radu se incorporó y, al poco rato, el joven barman se le acercó como si no hubiera ocurrido nada.
─¿Otro trago?
Radu meneó la cabeza y en vez de responder accedió a la bolsa de trabajo de su mobi. Mientras repasaba la lista de encargos aleatorios y anónimos alojados en los servidores locales, uno de los encabezamientos le llamó la atención.
─La he fastidiado.
El encargo parecía bastante sencillo: recuperar un NaviDisco de un pecio y entregarlo para que lo borraran. El dinero también parecía acorde a la tarea, pero había algo más. La oferta había sido escrita con una desesperación con la que Radu podía sentirse identificado.
Aceptó el encargo. Instantes después, todos los datos relevantes se descargaron en su mobi.
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Radu pasó por su habitáculo de vivienda para recoger su traje de vuelo y sus armas. Una música de ritmo machacón resonaba a través de una de las paredes. El estruendoso efecto de distorsión y el retumbante ritmo de la música casi lograban superar en volumen la acalorada discusión que se estaba produciendo en el habitáculo vecino.
Radu agarró la placa pectoral de su armadura y empezó a ponérsela, paro se detuvo de repente. Se dejó caer al borde de la cama y contempló la diminuta habitación que le rodeaba y que había acabado llamando «hogar». Se fijó en todos y cada uno de los pequeños detalles, desde las bolsas de comida vacías que llevaban días apiladas en un rincón, a las viejas manchas en las paredes; era como si estuviera viendo todo ello por primera vez.
Sintió encima el peso de los últimos seis meses. Radu apenas era capaz de reconocerse a sí mismo. ¿Cómo había acabado apartándose tanto de lo que solía ser?
Toda esa culpabilidad, frustración y rabia dominó sus pensamientos hasta que, por fin, su mente quedó centrada en una sola idea: es hora de cambiar.
Haría este trabajo y lo que hiciera falta para conseguir un respiro hasta que llegara el momento de su siguiente pago, pero aprovecharía ese margen de tiempo para escapar, para hallar una manera de huir de la soga que le estaba estrangulando lentamente.
De un modo u otro, decidió Radu, sería libre.
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Radu fue avanzando a través de las salas de Grim Hex, dejando atrás a los ocupas, a los sicarios de los Nueve Colas y las compuertas estropeadas que tenían fugas de atmósfera, y se encaminó hacia su nave.
Justo delante de la esclusa que comunicaba con su plataforma de aterrizaje, Madrigal estaba exprimiéndole a una pobre desgraciada los pocos créditos que pudiera llevar encima. Radu pulsó el botón de la esclusa y esperó. Madrigal tardó un poco en percatarse de su presencia.
─Buen vuelo ─le gritó Madrigal con una sonrisa malévola.
La compuerta interior de la esclusa se abrió con un siseo y Radu entró en su interior, donde esperó a que terminara el ciclo de despresurización. Cuando lo hizo, Radu pulso otro botón. La compuerta exterior se abrió por fin, revelando su nave.
Radu guardó los fusiles que traía consigo y subió al asiento de piloto. La cubierta de la carlinga se cerró con algo de esfuerzo mientras él iba activando los distintos sistemas de la nave. Los monitores multifunción cobraron vida mientras empezaba a oírse el zumbido de los motores. Radu encendió los propulsores y sintió la primera sacudida de movimiento a medida que los patines de aterrizaje se alzaban del suelo. Buscó una senda de vuelo despejada. El espacio en torno a Grim HEX era conocida la presencia de forajidos perezosos que trataban de anotarse derribos fáciles escogiendo como presas a los pilotos que creían estar en una zona « segura».
Despega rápido y despeja rápido era el mantra a seguir. Radu avistó una senda de vuelo vacía que lo sacaría del campo de asteroides, así que dio potencia a los motores. Las fuerzas G se acumularon sobre su pecho mientras su nave se alejaba velozmente de la estación.
El caza ligero fue eludiendo con facilidad los enormes asteroides, trazando una lenta danza por el vacío. Según los sensores todo estaba despejado, pero Radu mantuvo sus ojos bien abiertos por si hubiera al acecho alguna nave con las emisiones al mínimo. Una vez convencido de estar a solas, introdujo las coordenadas para el encargo de recuperación. Correspondían a un lugar dentro del campo de asteroides en torno a Yela, pero situado en el lado opuesto a donde estaba Radu ahora, por lo que iba a tener que rodear la luna a velocidad cuántica antes de poder trazar una ruta en línea recta hasta su destino.
Tras seleccionar el primer marcador orbital, el impulsor cuántico entró en acción. El sistema Stanton circundante se convirtió en un borrón de luz hasta que el impulsor se apagó de forma automática. Radu orientó su nave hacia el siguiente marcador y volvió a entrar en velocidad cuántica.
Minutos después, volvía a internarse en el campo de asteroides en un punto muy próximo a sus coordenadas de destino. Los sensores seguían sin mostrar ningún contacto, pero aun así Radu redujo la velocidad de su nave. No hacía falta meterse de cabeza en una trampa si al final resultaba que el encargo había sido aceptado por otros pilotos. No tardó en empezar a ver trozos flotando de maquinaria que lo guiaron hasta los restos destrozados de una Connie.
Radu inició un amplio barrido de sensores en torno a la Connie destrozada para asegurarse de estar realmente a solas.
Fue entonces cuando vio el baqueteado Buccaneer detenido junto a la Connie con sus sistemas activados, sus luces iluminando el casco de la nave destruida, y ningún piloto a la vista.
Maldita sea, pensó Radu.
La verdad es que hoy no me apetecía nada matar a alguien.CONTINUARÁ...
Traducción por Vendaval en
Ciudadano Estelar.https://robertsspaceindustries.com/comm-link/spectrum-dispatch/16071-Collision-Course-Part-II