Autor Tema: 31.01.2948 / RELATOS INSÓLITOS: EL VIAJE A CASA  (Leído 1375 veces)

13 de Febrero de 2018, 00:31:54
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Havok Specter

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  • En el espacio impera la ley del oeste


Hay misterios en el universo. Desde las sinuosas callejuelas a los salones del poder, historias que desafían toda lógica son susurradas a oídos expectantes y transmitidas de oyente a oyente. Estos relatos perduran porque avivan la imaginación. Infunden ese sentido de la maravilla que sólo puede existir cuando reconoces que en el universo hay más de lo que podemos llegar a conocer.

Estos son los Relatos Insólitos.

Las noticias sobre la dramática huida de espacio vanduul llevada a cabo por el teniente comandante Liam Nealy han estado ocupando el Espectro durante las últimas semanas. Aunque celebramos el retorno sano y salvo a su hogar del teniente comandante Nealy, es importante recordar que este tipo de historias raras veces acaban teniendo un final feliz. En las casi tres centurias de conflicto con los vanduul, la historia está repleta de tragedias y pérdidas. Hay un caso, sin embargo, que sigue desafiando toda explicación a pesar de que ocurrió hace más de treinta años: se trata de la desconcertante historia del subteniente Laurence Kiefly.

A lo largo de toda la vida de Laurence Kiefly, volar no es algo que hubiera soñado hacer, simplemente fue algo que hizo. Laurence se crió en las región forestal de Tiesl en Saisei, y el sueño de su vida era ser actor. Sus amigos y familiares contaban que durante los meses de verano una vez terminado el curso escolar, el joven Laurence se dedicaba a preparar en las afueras de la granja familiar representaciones teatrales cada vez más complicadas. En las calurosas tardes, solía convencer a otros jóvenes procedentes de granjas cercanas para que participaran como actores. Pero aunque Laurence era un entusiasta de la interpretación, su familia veía más potencial para él dentro de una carlinga.

-Fue facilísimo -contaba Jordan Kiefly, el hermano mayor de Laurence-. Mamá ya lo tenía llevando remesas al mercado cuando él apenas tenía doce años. Daba igual si se trataba de uno de nuestros pequeños transportes o un carguero Hull, el chaval lo hacía con una precisión quirúrgica.

La granja Kiefly se dedicó a cultivar productos orgánicos hasta el 2905, cuando varios años seguidos de tiempo inclemente estuvieron a punto de provocar la bancarrota de la familia. Laurence, todavía empeñado en cumplir su deseo de dedicarse a las artes interpretativas, se alistó en la Armada tras pasar la Equivalencia, con el fin de poder pagarse sus futuros estudios.

Como cabía esperar, los oficiales departamentales en su forja descubrieron rápidamente las aptitudes para el pilotaje que poseía su nuevo recluta, y se dispusieron a probar sus límites. En cada prueba a la que fue sometido, Kiefly logró superar todas las expectativas. Esto continuó durante toda la academia de vuelo hasta que se graduó como el mejor de su clase. El 18-05-2909 TET, Laurence recibió su primer destino: presentarse al recién reconstituido escuadrón 106 para combatir en el frente vanduul, un puesto considerado por muchos como el teatro de operaciones más prestigioso de la Armada, y un destino sólo inferior a servir en los Marines o unirse al escuadrón 42.

Kiefly se acostumbró rápidamente a su nuevo papel como piloto de combate, ayudando y apoyando a su escuadrilla en una serie de misiones a lo largo del frente vanduul. Y según los astronautas y oficiales que sirvieron con él, siempre se podía confiar en Laurence como una fuente de buen humor.

-Sé que eso suena como si pudiera llegar a ser bastante pelmazo -cuenta la comandante Ava Toll (retirada)-. Sabía cómo leer a la gente. Sabía cómo conectar con ella de una manera que no pareciera condescendiente. De manera que, sí, le vi sacar a gente de algunas crisis psicológicas bastante serias.

El 106 sufriría cuatro años después su segunda derrota devastadora, en el 01-02-2911. A Kiefly y su escuadrilla se les encomendó una peligrosa misión de reconocimiento en Calibán para localizar cualquier presencia vanduul. Los detalles exactos de esta operación siguen siendo confidenciales, pero el Mando Supremo llegó a confirmar que durante dicha operación una fuerza vanduul impidió al 106 volver al punto de salto de regreso a la flota.

Sólo dos de los pilotos lograron regresar. Kiefly y el resto de la escuadrilla fueron dados por desaparecidos y presuntamente muertos. A pesar de varios intentos por recuperar los cuerpos, la mayoría de ellos jamás fueron hallados. Tras el ataque, se concedieron medallas póstumas y se celebraron funerales militares. Aunque trágico, muchos habías llegado a aceptar este tipo de desenlaces como una posibilidad muy probable para los pilotos de combate sirviendo en el frente vanduul.

En Saisei, la familia Kiefly lloró la pérdida de su hijo y hermano mientras intentaban seguir adelante.

-Sí, nos dejó a todos muy tocados -recordó Jordan en una entrevista del 2914-. Cuando yo iba a verlos, mamá apenas decía nada, mientras que papá se limitaba a trabajar. Creo que fue el hecho de que se había ido así tal cual. Si hubieran tenido la oportunidad de verle una vez más, creo que eso lo habría hecho todo... no más llevadero... pero sí más fácil de dejar atrás.

Resultó que acabarían viendo concedido ese deseo.

En la mañana del 17 de diciembre de 2914 TET, el padre de Laurence, Javier, se despertó poco después de amanecer y empezó a trabajar en los campos. Harper, la madre de Laurence, acababa de entrar en el cobertizo donde guardaban la cosechadora, cuando se fijó en una cosa.

Una caja, hecha con trozos de metal y materiales compuestos, descansaba en medio del camino de tierra que conducía a su casa. Aunque una escarcha matutina cubría el paisaje hasta donde alcanzaba la vista, esta caja estaba casi caliente al tacto.

Harper llamó a Javier. Tras examinarla más de cerca, descubrieron que en la parte superior de la caja había algo grabado. Unas líneas irregulares formaban las siguientes palabras:

Recuerdo mi hogar.

Entre los dos abrieron recelosamente la caja. Dentro, encontraron el cuerpo de su hijo, Laurence, vestido con un traje de vuelo desgarrado y quemado.

Los Kiefly avisaron rápidamente a las autoridades locales, quienes, a su vez, informaron a la Armada. En cuestión de un día, representantes de una docena de departamentos gubernamentales acudieron a la granja de los Kiefly.

Médicos forenses examinaron el cuerpo y, aunque había sido declarado muerto hacía más de tres años, apenas lo parecía. Determinaron que había muerto hacía no más de dos meses por exposición a la intemperie. Además, los restos de Laurence mostraban cicatrices fruto de extensas heridas que habían sido tratadas con algún tipo de medicina rudimentaria pero efectiva.

La conclusión oficial de la Armada fue que Kiefly había logrado sobrevivir de algún modo a la batalla que había tenido lugar en 2911, teorizando que su nave se había estrellado en algún lugar de ese sistema y él se había quedado privado de cualquier medio efectivo de comunicación, pero su teoría no llega más lejos. Hasta el día de hoy, los militares siguen sin tener una opinión oficial acerca de qué le ocurrió a Laurence Kiefly después de que su nave se perdiera en el sistema Calibán. No se conocen habitantes humanos en ese sistema; la población civil huyó o fue exterminada durante la Caída de Calibán ocurrida casi treinta años antes.

Entonces, ¿cómo pudo Laurence sobrevivir allí durante tres años? Y las incógnitas más importantes, ¿quién entregó el cuerpo y quién grabó el mensaje en el ataúd?

Oficialmente, el Imperio nunca ha llegado a encontrar las respuestas para ninguna de esas preguntas. Si lo ha hecho, siguen siendo un secreto celosamente guardado. Sin embargo, a pesar de todo el misterio que rodea la muerte de Laurence, una cosa es cierta: los Kiefly pudieron ver a su hijo una vez más para despedirse de él.



Traducción por Vendaval en Ciudadano Estelar.
https://robertsspaceindustries.com/comm-link/spectrum-dispatch/16388-Untold-Tales-The-Journey-Home
 


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