Autor Tema: 22.08.2948 / A LA FUGA  (Leído 1167 veces)

07 de Septiembre de 2018, 22:22:13
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Havok Specter

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  • En el espacio impera la ley del oeste


Duane salió del lavabo secándose las manos en los pantalones. Se suponía que el desinfectante debía dejárselas completamente secas, pero o bien él estaba haciendo algo mal, o la dichosa cosa simplemente... sus divagaciones se interrumpieron bruscamente cuando vio al banu que estaba parado en medio del vestíbulo. ¿Qué demonios hace un banu aquí?

Acercó una mano lentamente a la porra aturdidora en llevaba en el cinto y preguntó con voz firme: ─¿Puedo ayudarle?

Una amplia sonrisa se formó en el alargado rostro del banu, haciendo más profundo el entramado de pliegues en su piel. ─¡Hola!

Duane comprobó rápidamente si el pecho del banu lucía una tarjeta de «visitante». A veces alguno de los técnicos traía a un invitado si tenía que quedarse trabajando todo el fin de semana, y no le sorprendería demasiado que Eiko se hubiera olvidado de avisarle desde el mostrador de seguridad.

No. No había ninguna tarjeta. Y el banu llevaba un datapod. Duane sintió que se le aceleraba el pulso. Tras pasarse ocho años trabajando como guardia de seguridad en los laboratorios de Behring Applied Technology, puede que se estuviera enfrentando a su primer intento serio de intrusión. No la cagues, Duane.

Con mucha calma, Duane le dijo al banu: ─Si no tiene una tarjeta de seguridad, debo pedirle que me acompañe al vestíbulo.

─Tu tarjeta ─contestó el banu, señalando con un gesto de cabeza la pequeña tarjeta de color púrpura que Duane llevaba en el pecho. ─¿Abre las puertas de todos los laboratorios?

Duane desenganchó la porra de su presilla y apretó el iniciador. ─Última advertencia. Esta zona es sólo para el personal autorizado y le sacaré por la fuerza si es necesario.

El banu se limitó a inclinar su cabeza hacia un lado y ensanchar su sonrisa. ─Haga el favor de mirarme durante los próximos cinco segundos. Gracias.

Duane se percató demasiado tarde que se había olvidado de comprobar si el banu estaba solo.

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─Maldita sea, Mas. Te dije que esperaras ─dijo Alex mientras se quitaba el todavía humeante guante aturdidor de su mano y se lo guardaba en el cinturón. Debía admitir que Klanger había hecho un trabajo estupendo al diseñar el artilugio. Lástima que el guante quedaba destruido después de un solo uso. Pero valía sobradamente el dinero que costaba, al ser capaz de dejar K.O. a una persona de manera casi instantánea. La próxima vez que estuviera en Spider, se aseguraría de mirar si tenían alguno más a la venta.

─Dijiste esperar hasta que encontraras la llave. Hemos encontrado la llave ─replicó Mas, colocando el datapod cuidadosamente en el suelo.

─¿Y si este idiota hubiera pedido refuerzos o activado una alarma?

El banu se encogió de hombros. Alex sabía que era inútil discutir con Mas acerca de cosas como ésta. Era uno de los mejores hackers que ella había conocido, pero intentar lograr que se ciñera a un plan era tan inútil como intentar convencer a un vanduul de que solucionara sus problemas hablando. En todo caso, la improvisación era un elemento crucial para ser un buen traficante de información. Saber que Mas siempre acabaría haciendo lo que le viniera en gana se había convertido en un elemento implícito en todos los planes de Alex.

─Creo que ha hecho ambas cosas ─dijo Mas mientras ponía al guardia de espaldas contra el suelo.

Fue entonces cuando Alex se fijó en la tenue luz parpadeante visible bajo la piel del cuello del guardia. Mierda, pensó. Una alarma por incapacitación. Behring debía habérselas injertado a todo su personal de seguridad. Si a uno de ellos le ocurría algo, el resto no tardaría en acudir a investigar. Era el momento de un poco más de improvisación.

─¿Puedes hackearlo?

─Puedo intentarlo ─replicó Mas.

Extendiendo la mano, Mas giró hacia un lado la cabeza del guardia para dejar el cuello más a la vista. Tras sacar de la pequeña funda que llevaba oculta bajo su brazo una pequeña cuchilla curva similar a una cuchara, Mas hurgó en el cuello del guardia hasta extraer el dispositivo de alarma. Alex se apartó justo a tiempo para evitar que le salpicara un borbotón de sangre.

Mientras Mas conectaba un pequeño cable de conexión plateado de su datapod a la destellante baliza de alarma que descansaba ahora en el suelo en medio de un charco de sangre, Alex utilizó su Puro para cauterizar la herida. Nunca había sido de las que van dejando un rastro de cadáveres tras su paso. No sólo le parecía algo chapucero e innecesario, sino que solía hacer que los fiscales se esforzaran mucho más por seguirte el rastro.

─Mas, en vez de desactivarlo, ¿puedes hacer que transmita como si el guardia siguiera indemne?

El banu asintió y siguió manipulando su pad con sus largos y hábiles dedos.

Dejándole trabajar, Alex arrancó la tarjeta del uniforme del guardia y la utilizó para acceder a un armario de la limpieza junto al que había pasado un poco antes. Tal como esperaba, había una fregadora en su interior. La llevó hasta donde Mas estaba terminando su tarea.

─Hecho ─dijo Mas mientras retiraba el conector─. Está más sano que nunca.

─Entonces, pongámoslo de nuevo a patrullar. ─Alex abrió la tapa trasera de la fregadora y Mas dejó caer la ensangrentada baliza dentro del contenedor de desperdicios. Unas pocas teclas apretadas más tarde, la fregadora estaba limpiando alegremente pasillo abajo. Aún había bastantes probabilidades de que los pocos segundos que la alarma por incapacitación había estado activa bastaran para que un equipo de seguridad acudiera a investigar, pero con un poco de suerte, los movimientos de la fregona servirían para convencer a cualquier vigilante de que sólo se había producido algún tipo de fallo mecánico. En todo caso, debían apresurarse.

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El laboratorio de investigación resplandecía con un brillo inmaculado que sugería dinero y peligro. Según la experiencia de Alex, la única razón por la que alguien mantenía semejante nivel de limpieza en una habitación era cuando una pequeña mota de polvo bastaba para hacerte perder una fortuna en investigación o provocar un accidente que matara a alguien. Claro que, dada la cantidad de dinero que se le había prometido por este trabajo, Alex ya se esperaba encontrar algo así.

Mas dejó el datapod junto a una hilera de lustrosos procesadores de color blanco situados en el rincón más alejado de la habitación. Si su imponente tamaño no hubiera sido suficiente para indicar su importancia, la gruesa bobina de cables que se introducía en el procesador de datos habría servido para despejar toda duda. Todos los dispositivos tecnológicos de este lugar estaban conectados a los ordenadores. Mas abrió una conexión de acceso y enchufó en ella su cable plateado.

─¿Algún problema? ─preguntó Alex.

El banu deslizó un dedo por su pad. ─Sólo protección mínima. Creo que confían principalmente en el personal de seguridad del edificio para impedir las intrusiones.

Nunca subestimes el exceso de confianza infundido por poseer un enorme edificio que es como una fortaleza.

Tras superar los sistemas preliminares de seguridad, Mas abrió un puerto de conexión y enchufó en él su datapod. Empezó a trabajar en la extracción de datos y se puso a tararear Podrías haber sido tú, una clara señal de que estaba totalmente inmerso en el código.

Alex deambuló por la habitación rebuscando en las mesas de trabajo que albergaban lo que supuso serían la próxima generación de armas de Behring. Por millonésima vez, deseó saber qué había exactamente en los datos a los que estaban accediendo. El nombre, «Proyecto Stargazer», no le decía gran cosa, pero el tipo que les había contratado se había negado a contarles nada más. Alex aún tenía dudas sobre si había sido buena idea aceptar su oferta. Aunque sospechaba que el encargo había tenido más de orden que de oferta.

El individuo, el «Sr. Grouse», había contactado con ellos mediante los canales habituales en los foros de aficionados a la ornitología. Después de verificar que era de fiar, se reunieron en un pequeño café en las afueras de Prime. Había sido fácil identificarle gracias al sombrero amarillo que había prometido llevar. Alex había llevado a cabo su rutina habitual de llegar antes y colocar una diminuta cámara estenopeica en la pared. Era una manera estupenda de darle un vistazo a un potencial cliente antes de reunirse con él y asegurarse de que no estaba sudando demasiado ni ocultando una cantidad anormal de armas. Pero ninguno de esos casos se había aplicado a Grouse. Había mostrado una calma absoluta. Y aún más, su piel tenía ese aspecto artificialmente suave que era un efecto secundario habitual de algunas de las nuevas unidades quirúrgicas de reconfiguración facial. Eso resultaba sorprendente porque resultaba difícil imaginar quién querría volver su rostro tan poco interesante. Era como el equivalente humano de la música de ascensor. Incluso teniéndolo frente a ella al otro lado de la mesa, Alex notaba que sus ojos dejaban de prestarle atención por falta de interés. Aunque pensándolo bien, se daba cuenta de que tener un aspecto tan agresivamente aburrido podía ser una buena elección considerando el trabajo que ella suponía que hacía.

Después de unos minutos observándolo para cerciorarse de que no parecía tratarse de una encerrona, Alex le vio meter la mano en su maletín y sacar un pequeño escáner manual. Tras efectuar un rápido barrido del café, el tipo sonrió al fijarse en la cámara montada en la pared.

─Alexandria Dougan ─dijo con una voz tranquila y monocorde─. Estoy preparado para reunirme con usted dondequiera que esté.

Bueno, esto nunca me había pasado antes.

─Y si no me equivoco, ese banu de ahí con el sombrero para el sol es su asociado, Mas Houlan. ¿Por qué no le pide que se una a nosotros para que podamos discutir todos juntos nuestros asuntos?

Unos instantes después, ella y Mas estaban escuchando pacientemente a Grouse explicarles que quería que todos los archivos de un proyecto de investigación fueran borrados por completo del laboratorio de Behring Applied Technologies. Antes d que Alex pudiera ni tan siquiera empezar a protestar, el individuo les había dicho cuál iba a ser la paga. Era una suma considerablemente más alta que aquella que Alex se habría atrevido a pedir, incluso en sus días más atrevidos. Permitiría a ella y a Mas despreocuparse del dinero incluso tras saldar un montón de viejas deudas.

Y eso la había puesto verdaderamente nerviosa.

Esa era la razón por la que Alex había decidido que harían copias de los archivos del proyecto antes de borrar todo rastro de ellos de los registros del laboratorio. Tal como decía el viejo dicho, nunca te fíes de un criminal.

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La alarma empezó a sonar cuando Mas iba por la mitad de la letra de El día que comienza. Eso fue desconcertante, pero ni la mitad de lo que fueron las enormes torretas que bajaron del techo. Alex contuvo el aliento, pero en vez de girarse y abrir fuego contra ellos, las torretas apuntaron hacia la puerta del laboratorio.

Alex comprendió rápidamente cuál era la razón por la que seguían respirando. No valía la pena arriesgarse a abrir fuego con todo ese valioso equipo presente. Las torretas estaban diseñadas para impedir que nadie pudiera entrar o salir del laboratorio. Y lo hacían sin andarse con chiquitas, a juzgar por los grandes logotipos de Behring visibles en los cañones balísticos.

─¿Cuánto te falta, Mas? ─gritó Alex para hacerse oír por encima de la atronadora alarma.

─Los archivos ya están copiados, pero necesitaré un poco más de tiempo para acabar de purgar los registros.

Vale, pensó Alex, veamos cuánta munición tienen estas cosas.

Buscando en su mochila, Alex extrajo su señuelo Insta-Friends. Lo encendió, lo hizo deslizarse por el suelo hasta alcanzar la zona cubierta por el campo de tiro de las torretas, y se cubrió las orejas con expectación. Un instante después, el señuelo se puso en marcha y las torretas cobraron vida, disparando un torrente de balas contra los blancos artificiales. Había que reconocérselo a Joker Engineering; la mitad de las veces, los malditos trastos no funcionaban, pero cuando lo hacían, lo hacían de maravilla.

El señuelo acabó apagando y las torretas bajaron sus cañones. El suelo había quedado con más agujeros que un colador. Parecía haber sido específicamente diseñado para que los proyectiles penetraran en él, impidiendo así que pudieran rebotar y darle a algún aparato carísimo. Vale... rebotes. Supongo que debería haber pensado en eso primero... Alex tendría que recordarle a Mas que hiciera una ofrenda adicional al Dios de la Suerte de su parte.

Alex sólo había traído un señuelo adicional y tenía el presentimiento de que las torretas estaban provistas de munición más que suficiente para superar la duración del señuelo. Lo que le hacía falta era una forma de hacer que el Insta-Friends durara más. Buscando con la mirada por el laboratorio, no tardó en encontrar lo que estaba buscando: un enorme láser a medio construir descansaba sobre una de las mesas de trabajo conectado a un conjunto de baterías. Alex pensó por un momento en usar una de las armas experimentales del laboratorio para destruir las torretas, pero decidió que le gustaba demasiado seguir conservando todas sus extremidades como para ponerse a trastear con un láser incompleto. En vez de eso, utilizó su Pyro para soldar una de las baterías al señuelo e hizo deslizar por el suelo el improvisado artilugio para que quedara dentro del alcance de las torretas. Tal como había ocurrido antes, las torretas cobraron vida. Los señuelos ya habían empezado a parpadear, señal de que la batería incorporada estaba a punto de agotarse, cuando Alex oyó por fin el ansiado chasquido de las recámaras vacías intentando disparar.

─Podemos irnos cuando quieras ─dijo Mas, cruzando confiadamente con su datapod bajo el brazo la sección de suelo todavía humeante. Alex se apresuró a alcanzarlo.

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Se habían marchado del laboratorio justo a tiempo. Atraído por el sonido de disparos, un pelotón entero de guardias hizo acto de aparición justo cuando Mas y Alex acaban de doblar una esquina que los dejaba fuera de su vista. Una de las ventajas que tenía cometer un robo en un edificio tan grande como el de Behring era que al personal de seguridad le llevaría cierto tiempo llegar hasta su posición. Alex pensó que, si alguna vez volvía al mundo de la legalidad, quizás podría encontrar trabajo como consultora y ganarse un buen suelo señalando todas las tonterías que las grandes compañías cometían con sus sistemas de seguridad.

Tras salir del pabellón de investigación principal, la pareja desandó su camino a través del laberíntico edificio hasta llegar al despacho de un ejecutivo por el que habían entrado. Alex se detenía en cada intersección para escanear el camino por delante. Esto les haría aparecer en los sensores de seguridad, pero era más seguro que tener un encontronazo inesperado con alguna patrulla de guardias armados.

Afortunadamente, cuando llegaron al hangar privado del ejecutivo, estaba sin vigilancia y el Pato Beligerante seguía tal como lo habían dejado. Una de las curiosidades interesantes de la vida era que los hangares privados de la gente poderosa se consideraban de acceso tan restringido que los guardias de seguridad daban por sentado que los delincuentes ni se atreverían a intentar aterrizar en uno de ellos. Por esa razón los hangares privados solían ser una de las primeras cosas en las que Alex se fijaba cuando estaba planeando la intrusión en un edificio. Además, solían estar provistos de pequeñas botellas de agua fresca que podías afanar por si luego te entraba sed en medio de un golpe.

Alex activó su mobi y desbloqueó la Mercury. Mas subió por la rampa y fue derecho hacia la cámara de almacenamiento de datos para que asegurarse de que el datapod quedaba en un lugar seguro, mientras Alex se dirigía hacia la cabina de pilotaje de la nave.

Las puertas del hangar se abrieron sobre sus cabezas y el Pato se elevó en el aire. El nombre todavía la hacía sonreír. Lo había elegido para cabrear al engreído infoagente al que le había ganado la nave. Ese capullo pomposo había tenido el descaro de llamar Filo de la Navaja a su nave. Ahora, cada vez que quería comprarle datos a Alex, tener que contactar con el Pato Beligerante le servía como recordatorio de que nunca salía a cuenta apostar contra Alex Dougan.

Alex empujó hacia adelante la palanca de aceleración y las amplias alas en flecha invertida de la nave cortaron con facilidad la tranquila atmósfera de Terra. Unos instantes después de abandonar el hangar, la agradable voz de ordenador utilizada por la compañía Crusader advirtió a Alex que les estaban apuntando. Efectivamente, un Sabre con emblemas de Behring se les acercaba por la cola. Debía haber despegado en el momento en que saltó la alarma.

El comunicador chirrió avisando de una transmisión entrante. ─Aquí seguridad de Behring. Aterricen inmediatamente o serán derribados.

Genial. Y la policía de Terra tampoco tardaría en aparecer. Tenían que hacer una huída rápida.

─Mas, armas, ahora.

Cuando se conocieron, Mas se había negado a hacer nada en la nave que no tuviera que ver con el hackeo y los ordenadores, afirmando que eso «no era su propósito». Pasaron casi seis meses antes de que Alex encontrara una solución factible: había instalado un terminal de una cápsula de simulación averiada en el asiento de la torreta tripulada, para que Mas pudiera contemplar una pantalla en vez de el cristal de la ventana. Sólo había hecho falta eso. Ahora Mas era un artillero excelente.

El banu se sentó ante el terminal de armamento, con sus largas piernas dispuestas en el extraño ángulo que todos los de su especia se veían obligados a adoptar cuando utilizaban asientos para humanos. ─¿Cuánto debo reventarlos?

─¡Nada! Destruye sus radares y yo me encargaré del resto.

Alex tiró con fuerza de los mandos para hacer que la Mercury trazara un amplio giro que le diera a Mas tiempo suficiente para apuntar con los cañones de distorsión. El Sabre reaccionó con la rapidez suficiente para esquivar la primera y segunda andanadas. Alex viró en el último segundo para evitar el fuego de respuesta. Se les estaba acabando el tiempo.

─Fija los misiles ─dijo Mas.

─¡Mas, no vamos a matar a nadie!

─Nada de muertes ─aclaró el banu─. Sólo una distracción.

Desacelerando hasta que empezó a verlo todo rojo, Alex encaró la nave hacia el enemigo. Tras uno o dos latidos de su corazón, logró fijar el blanco y disparó dos misiles. El piloto del Sabre, reaccionando como cabría esperar, iluminó el cielo con bengalas que desviaron el rumbo de los misiles. Anticipando esta breve distracción, Mas volvió a disparar la torreta. Los cañones de distorsión alcanzaron el Sabre, drenando su energía. Tras un impacto como ese, al caza ya no le iba a ser posible mantener el contacto por radar y seguir volando simultáneamente.

Poniendo los propulsores a plena potencia, Alex alejó el Pato lo más rápido posible de la sede central de Behring. Sin embargo, en vez de elevar el morro para marcharse del planeta, Alex orientó la nave hacia la cordillera montañosa de la isla más cercana. Allí, hizo descender la nave hasta posarla en una pequeña oquedad excavada en la playa debajo de un afloramiento rocoso. Desviando energía de los escudos y propulsores de la Mercury, Mas inicializó su falseador de registros. Ahora serían capaces de volar de incógnito por un tiempo. Debería bastarles mientras nadie les prestara demasiada atención o intentara dispararles. Esperaba que no fueran los únicos que estuvieran hoy volando en una Mercury por esa zona.

Era innegable que ésta no había sido una de sus huídas más limpias. De ninguna manera iban a poder acudir al punto de encuentro, por  lo que Grouse iba a tener que adaptarse al cambio de planes. Sacando su mobi, Alex empezó a escribir un mensaje para su red de contactos. Behring disponía de un montón de créditos a los que echar mano para estos casos. Si robabas a alguien como ellos, solían asegurarse de resultara provechoso darte caza. Largarse del sistema no iba a ser suficiente. No tardarían mucho en tener a la Fiscalía y a toda una flota de cazarrecompensas respirándoles en el cogote. Si querían salir de ésta de una sola pieza iban a tener que conseguir un poco de ayuda extra que les cubriera las espaldas. Con un poco de suerte, algunos de los amigos que ella y Mas habían hecho con el paso de los años estarían dispuestos a prestarles una mano y avisarles si se enteraban de las que autoridades se estaban acercando al Pato.

Mensaje enviado. Ahora todo lo que les hacía falta era algún sitio donde pudieran ocultarse hasta que las cosas se hubieran enfriado.

─Oye, Mas, ¿qué te parecería hacerle una visita a tu viejo souli?

CONTINUARÁ...



Traducción por Vendaval en CE.
https://robertsspaceindustries.com/comm-link/spectrum-dispatch/16724-On-The-Run
 


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