Autor Tema: 04.01.2947 / EL AVISTADOR SOCIAL: PILOTOS AIS  (Leído 907 veces)

11 de Enero de 2017, 13:16:50
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Havok Specter

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  • En el espacio impera la ley del oeste


Saludos, viajero. Durante nuestros muchos viajes, hemos descubierto que aunque las vistas y los sonidos de nuestro vaso universo pueden inspirar asombro, lo que lo hace realmente especial es la diversidad de las almas que lo habitan. Esa es la razón por la que el equipo de EL AVISTADOR SOCIAL está empeñado en ofrecer una mirada de primera mano al sinfín de personas y culturas que forman el singular tapiz de lo que hay en nuestro Imperio y más allá de sus fronteras.

Aunque viajar por puro placer es una de las grandes alegrías de la vida, la mayor parte de los viajes realizados en el Imperio son por comercio. Naves inmensas surcan las extensiones del espacio transportando miles de millones de toneladas de carga de ciudad a ciudad, de planeta a planeta, de sistema a sistema, a donde quiera que sea más necesaria esa carga. ¿Pero qué es lo que sucede cuando las mercancías que se deben entregar son estas mismas naves gigantescas?

La mayoría de naves de tamaño normal pueden llevarse dentro de un transporte como cualquier otra mercancía voluminosa o arrastradas por un remolcador, pero para los modelos de naves más grandes como la MISC Endeavor o la RSI Orion, la única forma para llevarlas de los astilleros del fabricante a las manos del cliente consiste en pilotarlas. Conducir una nave del punto A al punto B parece una tarea bastante sencilla, dejando a un lado todos los contratiempos habituales que pueden dificultar cualquier viaje interestelar. Sin embargo, en este caso tenemos la diferencia de que cuando alguien se gasta sus créditos para adquirir una nave nueva y reluciente, el comprador espera que el vehículo le llegue en un estado prístino. Parece ser que esa parte del trabajo no resulta tan fácil.

Aquí es donde entran los esforzados hombres y mujeres del Seven-league Vehicle Delivery Service (Servicio de Entrega de Vehículos Siete Leguas) y la inusual vida que llevan mientras se dedican a pilotar naves que deben llegar a su destino como si su dueño fuera a ser la primera persona en pilotarlas.

UN EQUIPO MUY ESPECIAL

«Lo primero que hace todo el mundo cuando se entera cómo transportamos las naves es sugerir una manera más fácil.» Estoy sentado ante Tahota Ersdil en una pequeña y agobiante oficina en Odyssa llena de polvorientos manuales de naves que datan de los últimos cincuenta años, pilas de datablocs tan altas como precarias, y el espeso y persistente olor a humo de cigarrillos. «Créeme. A nosotros ya se nos habrá ocurrido o lo habremos intentado. El sistema ais es el que utilizamos no sólo porque funciona, sino porque es barato.»

Tahota, propietario y fundador de Seven-league Delivery, ha tenido la amabilidad de explicarles lo entresijos del sistema de pilotos «ais» que él creó hace más de 50 años y que muchas compañías de entrega de naves han adoptado desde entonces. Ais, abreviatura de aislado, se refiere a la práctica de encargar a un piloto en solitario la tarea de llevar uno de estos mastodontes hasta su punto de destino. «Mira, la primera idea que a casi todo el mundo se le ocurre para entregar uno de estos trastos consiste en contratar a una tripulación para que lo lleve a donde sea. Eso da problemas por dos razones. La más gorda es que pagar a una tripulación cuesta créditos.» Para poder cubrir el gasto de enviar a múltiples tripulantes a hacer la entrega, alguien habrá de pagar un coste adicional por el envío (ya sea quien envía la nave o el futuro propietario) o de lo contrario, tal como ha acabado sucediendo cuando las compañías de entrega empezaron a competir en precios, las tripulaciones contratadas acabarán recibiendo un salario más bajo cuando se hayan repartido la paga entre ellos.

«El segundo problema importante de tener a una tripulación consiste en que, no importa lo cuidadoso que seas, tener a tanta gente a bordo va a dejar huella. Esa gente va a tener que comer y dormir y cagar en algún sitio. ¿Lo hacen a bordo y luego han de dedicar tiempo a limpiar hasta el más mínimo rastro? ¿Haces que vayan acompañados de una nave de escolta a la que la gente irá yendo y viniendo? Ah, y hablando de escoltas, ni tan siquiera hemos empezado a hablar de los procedimientos de seguridad.»

A medida que Tahota iba enumerando las complicaciones que entraña la entrega de naves, en seguida se hizo evidente lo difícil que era encontrar un equilibrio entre tiempo y dinero invertido. Evidentemente, algunos fabricantes, vendedores y aseguradoras de naves se saltan por completo estos problemas limitándose a enviarle al propietario un billete de lanzadera para que pueda viajar él mismo hasta el lugar donde se halla su nave. De hecho, existen algunos casos de aseguradoras realmente baratas que dejan en manos del propietario la tarea de resolver por si mismo este problema logístico. Pero a pesar de estos casos, muchas clientes dan por supuesto que la compra de una nave incluye la entrega del vehículo. Tras décadas de pruebas y errores, parece ser que las compañías de entrega de naves suelen adoptar alguno de estos tres sistemas: ais, «trío» y «tramear».

El sistema trío consiste en un equipo de tres personas en el que uno de sus miembros se dedica a pilotar la nave a entregar, otro pilota una nave de escolta, y el tercero descansa. Para mantener la nave a entregar en un estado impoluto, la persona que la pilota viste en todo momento un traje totalmente cerrado, y el cumplimiento de las funciones biológicas queda restringido al interior de la nave de escolta. El sistema trío se considera el más prudente. Tal como Tahato nos explica, «Los tríos están bien porque tienes a pilotos descansados y siempre hay allí una nave de escolta en caso de que surja algún problema, pero el margen de beneficios de los tríos es pequeño. Esos tripulantes adicionales y el combustible del escolta te funden el presupuesto en seguida. Cuando empecé usé el sistema trío por un tiempo, y cuando yo no estaba haciendo una entrega, apenas me llegaba para pagarme un lugar donde dormir y comer. Olvídate de ir ahorrando créditos poco a poco. Tenías que estar haciendo todo el rato entregas porque, si te parabas, pasabas hambre. Era duro.»

El siguiente método, tramear, se refiere a dividir el viaje de entrega en varios segmentos o «tramos» realizados por distintos pilotos, con cada uno de ellos cubriendo el trayecto entre dos puertos y una vez llegado a su destino entregando la nave al siguiente piloto. Esta práctica tiene la ventaja de que cada piloto sólo debe cubrir una distancia corta. Aunque estos pilotos suelen recibir un sueldo más bajo por entrega, pueden compensar la diferencia si hay un flujo continuo de naves que deben ser entregadas a lo largo de esa ruta. «El tramear solía usarse mucho en los sistemas más poblados» dice Tahato, «pero al involucrar a muchas más personas y tener que realizar muchos más despegues y aterrizajes, acabas viendo que ocurren muchos más accidentes, desde pequeños percances como abolladuras y arañazos, hasta percances como que un piloto de Aurora borracho se estrelle contra ti. Por no hablar de que el espacio en torno a las estaciones de reabastecimiento suele ser un estupendo coto de caza para los forajidos, porque ellos saben que allí es donde va a haber naves. El tramear funciona para alguna gente y las aseguradoras parecen preferirlo, pero a los fabricantes de naves les suele gustar el ais porque es el mejor a la hora de conseguir que la nave llegue a su destino como nueva.»

El sistema ais, aquel en el que la compañía Seven-league está especializada, consiste en un único piloto vestido con traje sellado que se encarga de realizar todo el viaje él solo sin hacer ni una sola parada. Éste es el método que proporciona más beneficios tanto al piloto como a la compañía encargada de la entrega, pero también se considera aquel en el que el viaje resulta más agotador y difícil. Yo, claro está, quise averiguar por mi mismo cómo de difícil era realmente.

COMPAÑÍA EN SOLITARIO

Tahato me consiguió un puesto a bordo de un viaje ais con uno de los pilotos con más horas de vuelo de Seven-league: Daniel Dente. Al llegar al muelle en la atmósfera superior de Crusader, fui recibido por el resplandeciente fuselaje de una transestelar Genesis recién salida de la fábrica. Una compañía especializada en los recorridos turísticos ha contratado a Seven-league para que lleve a Cassel esta nave cuyas dimensiones están sólo ligeramente por debajo de los cien metros de eslora y anchura. El interior del Genesis está provisto generosamente de todo tipo de lujos y comodidades, ninguna de las cuales se me permitirá disfrutar durante el tiempo que yo pase a bordo.

Daniel me recibe dentro de la bodega de carga de la nave, donde está comprobando las reservas de combustible cuántico. Una de las claves de los vuelos ais consiste en evitar detenerse en ninguna estación de reabastecimiento. Estos sitios no sólo son un problema de seguridad porque atraen a los forajidos, sino que cualquier operación de atraque aumenta el riesgo de accidentes. En vez de eso, Daniel y yo reabasteceremos el tranestelar nosotros mismos mediante EVA. «Tenemos exactamente la cantidad que nos hace falta y un poquito más para casos de emergencia. Debido a que estamos llevando todo esto a bordo, añadir más combustible te obliga a llevar todavía más combustible para poder transportarlo. Hay un montón de fórmulas y cálculos que nos ayudan a encontrar la cantidad ideal» me explica Daniel a través de su casco.

Igual que yo, Daniel viste un traje completamente cerrado que permanecerá así por el resto del viaje. Antes de abordar, me han dado un nutripack que se encargará de cubrir mis necesidades de nutrición, además de un combinado extremadamente potente de estimulantes y sustitutivos del sueño para garantizar que yo permaneceré despierto durante todo el viaje. Daniel me asegura que las nauseas se me pasarán pronto. «Cuanto más lo notas es al principio del viaje, y luego al final, cuando pierde su efecto» dice Daniel, «pero sirve para que podamos hacer el viaje de una sola tirada y sin ningún descanso, lo que es más rápido y seguro. Está claro que sólo puedes aguantar con drogas por unas pocas semanas antes de empezar a sufrir efectos secundarios serios. Pero funciona. Yo voy con ellas unas pocas semanas y luego me paso un mes o así con la familia antes de volver al trabajo.»

Me doy cuenta de que Daniel no tiene muy claro qué hacer conmigo. Tras pasarse quince años pilotando para Seven-league, se ha acostumbrado a volar en solitario. Mientras dejamos Crusader atrás, Daniel se pone a cantar para si mismo hasta que se interrumpe de repente al recordar que yo estoy allí. «Mis críos siempre me avisan cuando me pongo a cantar o hablar para mi mismo. Les vuelve locos» me explica. Le pregunto a Daniel qué hace para mantenerse ocupado. «La compañía no nos permite poner vídeos o hacer llamadas mientras estamos volando. Por normas de seguridad y todo eso. Así que la mayor parte del viaje la pasamos escuchando música y a veces archivos de audio. A la gente siempre le asombra lo mucho que he leído, y yo les respondo que deberían tratar de mantenerse despiertos toda una semana. Pero la verdad es que la mayor parte del tiempo estoy concentrado en pilotar» explica Daniel «Estas naves tan grandes suelen tener a unas cuantas personas supervisándolo todo, pero yo tengo que controlarlo todo sin ninguna ayuda. No es demasiado difícil porque tenemos apagados todos los sistemas que no sean esenciales, pero sigue siendo lo suficiente para mantenerte ocupado.» Los sistemas de soporte vital de la nave están apagados y las únicas luces encendidas son las que hay en la cabina. De la respiración y la iluminación se encargarán nuestros trajes. Más avanzado el viaje, cuando hemos tenido que comprobar un acoplador del motor, caminar por el oscuro interior de la nave fue una experiencia realmente espeluznante. Incluso teniendo la compañía de Daniel me seguía sintiendo muy solo.

Las vistas por la ventana no ofrecen ningún alivio porque la ruta trazada por Daniel va a mantenernos muy alejados de cualquier posible punto de interés. Dado que estamos volando sin ninguna nave de escolta, es importante minimizar todo lo posible el contacto con otras naves. Aunque la mayoría de las naves que te encuentres no supongan ningún peligro, sigue siendo más seguro evitar todo riesgo. La parte más peligrosa de nuestro viaje fue cuando nos aproximamos a un punto de salto.

A medida que nos acercamos al salto de Stanton a Terra, Daniel se pone en máxima alerta, haciendo cuidadosos barridos de sensores en busca de cualquier contacto antes de iniciar la aproximación. Esperamos a que pse un carguero de ArcCorp antes de empezar nosotros la maniobra. Me siento tentado de ponerme en contacto con el otro piloto por simple cuestión de contacto social. «Te entiendo» me dice Daniel cuando le cuento lo que me pasa. «Yo siempre he sido bastante introvertido, por lo que pasar tanto tiempo a solas no me molesta tanto, pero incluso yo puedo acabar un poco loco. Sobretodo cuando no pasa nada malo. Es curioso que, en ciertos aspectos, los viajes más tranquilos son los más agotadores mentalmente. A veces hago grabaciones para mi familia o sintonizo el canal abierto y escucho a los demás. Eso ayuda un poco.» Le pregunto por la posibilidad de traer acompañantes en los viajes y me entero de que el coste del seguro por tener a más personas a bordo es demasiado alto como para que valga la pena.

La primera vez que tuvimos que repostar fue la verdadera prueba para ver si yo tenía lo que hace falta para convertirme en un piloto ais. Dejar la relativa seguridad de la nave, siendo consciente de que estábamos completamente fuera del radar si surgía algún problema, resultó ser más de lo que yo podía manejar. La brusca subida de mi ritmo cardíaco, ya por encima de lo normal debido al combinado de estimulantes, hizo que mi paseo espacial terminara antes de empezar. Daniel insistió en que yo me quedara a bordo, por lo que me limité a ser testigo de como Daniel repostaba la nave él solo.

Me gustaría decir que el resto del viaje fue mejor. Que para el final yo acabé saliendo afuera para repostar la nave yo solo, o que Daniel me dejó hacer un turno al mando de los controles, pero la verdad es que, tras ese primer ataque de pánico, la cosa sólo empeoró. Se me había metido dentro de la cabeza. Daniel me contó que él ya había visto esto pasar antes. «No todo el mundo puede hacer este trabajo. Eso es un hecho. No hay nada de lo que avergonzarse.» A pesar de todo esto, me enorgullece decir que permanecí a bordo todo el viaje hasta Goss. Tal vez yo no tenga la fortaleza necesaria para ser un piloto ais, pero por lo menos fui capaz de hacer el viaje hasta el final.

Por el resto de mi vida, creo que siempre recordaré el alivio que sentí cuando nos posamos en Cassel y pude finalmente sacarme el casco. La sensación de libertad fue abrumadora. Pensar que hay centenares de hombres y mujeres ganándose la vida de esta manera, surcando el vacío del espacio para que algunas personas puedan recibir una nave en condiciones impolutas, no es más que otro ejemplo del tipo de cosas que suceden cada día en nuestro verso sin que la mayoría de nosotros seamos conscientes de ello. En última instancia, fue una entrega con éxito, aunque no gracias a mí. Cuando nos despedimos, me disculpé por no haber sido de más ayuda, y Daniel se limitó a encogerse de hombros y decir: «Estoy acostumbrado a hacerlo yo solo.»



Traducción por Vendaval en Ciudadano Estelar.
https://robertsspaceindustries.com/comm-link/spectrum-dispatch/15209-Observist-Lifestyle
 


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