Era noche cerrada. No queriamos arriesgarnos a movernos a plena luz del dia. Commander lo tenía claro, quería moverse entre las sombras sin embargo la oscuridad teñía de verde la noche, al menos para nuestros enemigos. El CSAT había logrado plantar un visor nocturno en casi toda cabeza que patrullaba la isla. la OTAN sin embargo.... digamos que no fueron tan generosos. No importaba, era nuestra tierra y la recuperaríamos aunque tuviesemos que hacerlo con palos y piedras.
Examinamos el paupérrimo equipo; Una imagen deprimente. Nuestra primera prioridad era, sin duda, reabastecernos. Y sólo había un modo para ello, robar a los cadáveres que dejaríamos por el camino.
Petros interrumpió la charla. Nadie llegaría jamás a conocer realmente a ese tipo pero pronto aprendimos que, cuando hablaba, lo mejor era prestarle toda la atención del mundo.
Sus informadores habían dado con el traidor que, días antes, había delatado la posición de nuestra base de operaciones.
¿Última localización conocida? la casa de una antigua amante al Nord-oeste de Panochori.
No quedaba lejos y, aunque así hubiera sido, no había distancia en el mundo capaz de mantenerle a salvo. No de Curro al menos. Todos odiábamos a los traidores pero para él era mucho más. No supimos por qué hasta mucho más adelante pero su furia le obligaba a actuar, casi como si la presencia de un traidor en la Zona impidiera que el aire entrara en sus pulmones.
Nos equipamos con lo que teniamos a mano. No era mucho, pero una bala era cuanto necesitábamos.
Subimos los siete a un furgón de reparto con la esperanza de pasar inadvertidoS. si no nos examinaban de cerca deberíamos poder acercarnos sin demasiados problemas. O eso esperábamos. la carretera que cruza Panochori une ambos extremos de la isla por el Sur. Frecuentada por infinidad de convoys, sólo esperábamos que la suerte nos acompañara por una vez.
Nos acercábamos al ciudad por el sur cuando dos soldados nos cortaron el paso. Un rápido vistazo a nuestra alrededor nos indicó que estaban solos. Podria haber habido un centenar de soldados ocultos en la maleza y ni nos hubieramos dado cuenta pero tener tiempo para pensar era un lujo del que no disponíamos. Curro pisó el acelerador aroyando a ambos soldados antes que pudieran reaccionar. Alguna de nosotros corrimos a asegurar los cuerpos. Jah se abalanzó sobre uno de ellos; aún respiraba. Cogió su cuello y se lo partió. Retiramos los cuerpos de la carretera y saqueamos sus pertenencias. Un par de gafas de visión nocturna y algunas armas.
Proseguimos nuestro camino mientras me preguntaba en qué momento matar dejó de importarnos.
Curro detuvo el vehículo.
-huelo a rata.
-Entramos, le eliminamos y nos vamos. sin bajas civiles. Quién sabe quién estará con él..-dije.
Todos asintieron.
Nos acercamos nerviosos a la posición. El silencio en la ciudad era absoluto, tan profundo que creí que el traidor podría oir nuestra respiración a través de las gruesas paredes de la casa.
Un zumbido, metálico, robótico. Eera Petros, al parecer un grupo de refugiados solicitaban evacuación de la ciudad.
No andaban lejos. Nos ocuparíamos de ello pero primero...
Alguien nos dispara. La comunicación con Petros nos ha distraído y los errores, incluso los más pequeños, se pagan caros en la guerra. Ski y commander dieron buena cuenta de ellos pero el elemento sopesa se había ido al garete. El traidor logró escabullirse. le vi saltar de sombra en sombra. Abrí fuego obligándole a cambiar su rumbo. estaba lejos y poco más podía hacer con aquella arcaica mira de hierro.
- ¡se dirige al cañaberal! i Voy a perderlo ! -grité por radio.
Creo que mi corazón se detuvo cuando le vi adentrarse entre las cañas Y, justo cuando creí que lograría escapar, un único disparo hizo que su cuerpo cayera inerte sobre el suelo. Curro resoplaba complacido a mi lado. Seguía mirando a través de la mira de aumento como si esperara que volviera a moverse. Creo que una parte en su interior lo deseaba con todas sus fuerzas, así podría meterle otro balazo a ese bastardo.
No sería necesario.
Las fuerzas de ocupación no tardarían en llegar, teníamos que salir de ahí pero aún no habíamos terminado en Panochori.
Aprovechamos el revuelo causado para movernos al este de la ciudad en busca de los refugiados. Eran cuatro hombres. Uno de ellos parecía haber recibido una fuerte paliza. Mire a ski, nuestro médico, no tenía buena pinta. Si tenía alguna opción para sobrevivir necesitaba atención médica inmediata. los subimos a todos al furgón y ski les condujo de vuelta a la base.
Teníamos que movernos deprisa, las patrullas de la FAA habían empezado a peinar la zona y nuestro vehículo de escape se perdía ya en la profunda oscuridad de aquella noche sin luna.
Por suerte no tardamos en agenciarnos un par de turismos con los que huir.
Creo que aún no saben muy bien quién o qué les golpeó, y eso me llena el pecho de orgullo. Ski logró estabilizar al refugiado herido quien, en agradecimiento, nos brindó Una lucrativa oportunidad.
Al parecer un convoy repleto de dinero estaba ultimando los preparativos para viajar de la base militar de Zaros hasta el banco de Kavala . ¿y sabéis qué había en medio?
Nosotros.
Hace tiempo aprendÍmos que la guerra es un negocio. si lográbamos encarecer el conflicto tarde o temprano la CSAT daría la espalda a la FAA. Así que no íbamos a permitir que ese convoy llegara a su destino.