Autor Tema: Cómo conocí a Eloise, 2ª parte.  (Leído 2221 veces)

23 de Abril de 2014, 18:47:32
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Klyon

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by El Keve on Jue Feb 27, 2014 4:32:24

IV – NUEVA VIDA

 

  El espacio: la última frontera. Nunca me hubiera imaginado que viajar por el universo pudiera resultar tan complicado. Está claro que el holojuego al que dedicaba gran parte de mi tiempo libre era bastante incompleto porque Eloise era endemoniadamente compleja. Había bastantes más botones que en el simulador y configurar una ruta en la pantalla se antojaba harto difícil. Para colmo de males, en la despensa había muy poca comida. “Barrita energética cortesía de Origin Jumpworks”, decía el envoltorio. Por lo menos había agua, y el sistema de reciclado de meados parecía funcionar correctamente (eso ponía en el manual). Tras diecinueve largas horas tocando botones como un kalj’ee en una chatarrería, conseguí llenar un poco los tanques de hidrógeno en la ionosfera; los malditos bastardos del concesionario no habían tenido el detalle de dejarlos llenos. Según el manual, la pantalla, y unos complicadas fórmulas en la calculadora, estaba casi seguro que podría realizar dos saltos. Tres, a lo sumo.

 

  Desde luego, tenía que alejarme de la órbita y encontrar un punto de salto. Según la cartografía, parece ser que podría encontrar uno muy cerca del cinturón de asteroides que envolvía el sistema, así que puse rumbo hasta allí. Me costó una hora hacerlo, pero cuando el ordenador me avisó que estaba a velocidad casi relativista me pude relajar.

 

  Aunque intenté dormir no fui capaz. El camastro no estaba nada mal, de hecho era mucho más cómodo de lo que pensé. La Origin 300i está muy bien diseñada y todo está pensado para el confort. No me vino mal cerrar los ojos, a fin de cuentas. Tras no sé cuánto tiempo medio dormido, un zumbido suave me avisó de la llegada al destino.

  -Muy bien, bonita. Has llegado a tu destino –le dije a la nave.

  -Beeeeep –fue lo que me respondió.

 

  Bien, un punto de salto. Ocho destinos posibles, una preciosa y cara nave de combate y ni un solo crédito para utilizar. Habría que decidirse. Piensa, Keve. ¿Dónde podrías ir, desgraciado?

 

  Miré el mapa y, de súbito, una pequeña intuición me asaltó. En Antares-8 recordaba que conocía a alguien. Igual podría echarme una mano. Y hasta recordaba la dirección. No se hable más. A Antares-8.

 

 *****************

 

V – RECUERDOS DE OTROS TIEMPOS

 

  Cuando me llevaban esposado hacia el aerocoche patrulla pude notar la mirada de desprecio de Marlene. No porque había destrozado el precioso jardín de su casa con el tren de aterrizaje de la nave, ni porque el pobre Sparky había acabado con los intestinos esparcidos bajo veinte toneladas de alta ingeniería aeroespacial. Ni tan siquiera por el bochorno de la policía llevándose detenido a un chiflado que acababa de aparcar su nave espacial en una pintoresca y aburrida urbanización. No. En realidad era porque se acababa de casar y no le había dicho nada a su marido de la aventura que tuvimos el año pasado, cuando estaba estudiando xenobiología en Terra.

 

  Imaginaos lo increíble de la situación. Están Marlene y Donovan tranquilamente tomando el té de las cinco. Qué tal ha ido el día, cariño. Muy bien, mi amor. Hoy he estado en la peluquería y me he enterado de una cosa. ¿Qué cosa, amor mío? Vomitivo. La clase de vida despreciable de una familia clase media sin mucho que hacer. De repente comienzan a tintinear las tazas y a hacer ondas en la superficie del té. Un silbido procedente de todas partes lo llena todo. Sparky ladra frenético y cuando sales a ver qué cojones está pasando, se levanta un huracán que rompe cristales y se lleva todo por delante. Una vez se despeja la nube de polvo, descubres los cañones láser de una nave espacial de combate apuntando directamente hacia la puerta de tu casa. ¿Qué haces? Efectivamente, llamas a la policía. Aunque lo sensato hubiera sido llamar a la Flota de la UEE, en ese barrio lo más a mano era el Sheriff O’Hara.

 

  Y así fue cómo el pobre O’Hara se rompía la cabeza intentando cuadrar mi historia.

  -A ver si lo he entendido bien. ¿Dice que usted salió con Marlene?

  -Sí, agente. El año pasado tuvimos una aventura –respondí sinceramente.

  -¿Y no sabía que estaba casada?

  -En realidad estaba prometida, pero de eso me acabo de enterar ahora mismo.

  -Y claro. Se le ha ocurrido que podía darle una sorpresa aterrizando en su casa con ese cacharro, sin autorización de la Flota para una entrada a la superficie y sin pasaporte en regla.

  -Algo así había pensado –reconocí.

 

  El Sheriff se rascó la nuca. Seguramente fuera la situación más complicada en mucho tiempo que tuviera que resolver. La comisaría, pese a ser un edificio moderno y bien cuidado, no dejaba de intimidar. Colocó las manos sobre las rodillas y se inclinó hacia mí.

  -Debe saber que la Fiscalía ha llamado. Han detectado su entrada triunfal en la atmósfera y les he tenido que decir lo que ha pasado.

  -Mierda –exclamé.

  -De momento se va a quedar detenido esta noche. Mañana ya veremos.

  -¿Y la nave? –pregunté con preocupación.

  -La nave se quedará donde la dejó. No esperará que alguien pudiera llevársela.

 

  Los calabozos eran feos, pero hoy pude cenar algo caliente.

 

 *****************

 

VI – CON LA MÚSICA A OTRA PARTE

 

  Tuvieron que traer refuerzos para alejar a la gente de la nave. Cuando llegamos había ocho niños subidos al casco, unos cincuenta vecinos haciendo fotos y un par de cámaras de un canal local de holovisión. Marlene se había ido a dormir a casa de su madre y Donovan había hecho las maletas y volvía a su pueblo, dolido por el engaño de su mujer. De todas formas a la casa no le quedaban cristales. Yo fui advertido por el Sheriff O’Hara que no volviera por allí, salvo para pagar la multa y los destrozos. Por lo menos tuvo el detalle de regalarme varias raciones de la comida de los calabozos porque había escuchado mi historia y se había reído tanto que le caí simpático. Incluso me invitó a desayunar. También me dio un par de consejos.

  -Chaval. Tienes una estupenda nave de combate y no pareces demasiado estúpido. Puedes ganarte la vida muy bien. Incluso trabajar para la Flota. Si trabajas duro y salvas la vida hasta puedes convertirte en Ciudadano.

  -¿Usted cree? –pregunté incrédulo.

  -¿Qué si lo creo? Cabrón con suerte. Con ese trasto, armado hasta los dientes como vas, con un par de recompensas de delincuentes de poca monta que derribes podrás tener créditos para ir tirando una buena temporada.

  -Ya, pero no sé ni por dónde empezar –reconocí.

  -Mira, te voy a hacer un favor –dijo en tono paternal-. Vas a ir hasta Gaia-3, allí tengo un compañero de promoción, es teniente de homicidios. Dile que vas de mi parte. Te doy su dirección. Le dices que estás buscando trabajo, cuando vea tu nave sabrá qué ofrecerte.

  -¿Trabajo? Me gusta la idea. ¿De qué se trata?

  -No tengo ni idea, pero conoce a un grupo de mercenarios que…

  -¿Mercenarios? –exclamé alarmado-. Oiga, no crea que estoy tan desesperado como para…

  -Tranquilo. No son exactamente mercenarios. Son un grupo de caza recompensas o algo así. A veces colaboran con la UEE y no son mala gente. Es más, la ruta de comercio de este planeta con Gaia está protegida por ellos, así la Flota nos deja en paz y nos baja los impuestos. Por eso este lugar es tan tranquilo.

  -No parece demasiado malo.

  -Si no te importa jugarte el cuello de vez en cuando no, desde luego –me dijo apuntándome con el dedo.

  -Dile que quieres trabajar. Tienes buena nave y les harás un favor. Se hacen llamar Space Cowboys.

  -¿Space qué?

  -Cowboys. Ya sabes, como en las leyendas terrícolas de antes de la era espacial.

  -Por lo menos me ha dado una opción, O’Hara. Le estoy agradecido.

  -De agradecido nada, joven. Aún debe la multa –me dijo mientras me estrechaba la mano.

  -Tenga por seguro que pagar será lo primero que haga. Gracias, Sheriff. Le debo una.

  -No ha sido nada. He pasado un par de días muy divertidos. Y no se hablará por aquí de otra cosa en meses. Buen viaje y suerte –me dijo mientras me dirigía al interior de mi flamante nave, convencido de las oportunidades que se me presentaban.

 

 

  Según se alejaba la superficie del planeta a mis pies, me despedía de la escolta de la Flota y se oscurecía el cielo a mi alrededor, no dejaba de pensar en la clase de gente con la que me podría encontrar. Space Cowboys. Menudo nombre.
 

23 de Abril de 2014, 18:50:59
Respuesta #1

Klyon

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by El Keve on Jue Feb 27, 2014 20:40:55

¡Claro! Será un placer.

Prohibido madrugar, editorial Punto Rojo. Autor: Fernando Quevedo (yo, claro). De momento sólo está puesta en e-book. En papel tardará unos días. Es novela negra, nada que ver con el espacio.

Si queréis podéis leer gratis un par de capítulos en www.prohibidomadrugar.com

Un abrazo a todos.

EDITO:

En la web de La Casa del Libro está en e-book, por el momento.

http://www.casadellibro.com/ebook-prohibido-madrugar-ebook/9781629346427/2264886