Autor Tema: [Queen K ] - Proyecto Qatorce -  (Leído 13187 veces)

06 de Octubre de 2014, 10:07:03
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Queen K

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Hace algunos meses que tenía aparcada esta historia -desde que ingresé en el clan!-, y estaba deseando colgarla pero, presumiblemente, la falta de tiempo y de ganas pudieron conmigo.
Ahora me atreví al fin, a colgarla.
Espero que os guste.
Un saludo muy grande y gracias de antemano a quien quiera que me lea.

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Este hilo contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi post.

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Cap. 0001

-Sawyer es un patán –respondió sin más, pero el teniente Denver parecía tener la paciencia de una piedra guardando el borde del camino. Y la misma expresividad.
-Soldado; limítese a responder a la pregunta. ¿Estaba o no estaba Erold Fordman Sawyer con usted en el momento en que se desencadenaron los hechos? –repitió el hombre, como si no lo hubiera escuchado la primera vez. Ni tan siquiera varió un ápice el tono de su voz; el matiz de la pregunta. La muchacha se pasó la mano por el flequillo alborotado y chistó, disconforme.
-Por las siete lunas de Lunaterra; ¿tiene un pitillo? Quiero fumar, necesito… -palpó los bolsillos de la chamarra que no llevaba puesta. La había dejado fuera de la sala de interrogatorio. Denver asintió sin inmutarse mientras le extendía la cajetilla metálica. Ella se hizo rápidamente con uno de aquellos apestosos cigarrillos, y sólo con el contacto del papel entre sus dedos, pareció animarse a hablar.
-Sí. Sawyer… -carraspeó. –Sawyer estaba conmigo en el momento del ataque.
-¿Entiende que están en juego la reputación y el cargo del Sargento Sawyer? Necesitamos que nos explique su versión de los hechos – comentó con la desidia de quien considera lógico, que la becaria ya estaría tomando notas de todo lo que la interrogada dijese. Aun así, le dedicó una mirada inquisidora a la mujer cincuentona, que se acomodaba coquetamente en una silla, en la  esquina de la sala, con las gafas a media altura de la nariz. Ella asintió, mientras se humedecía los labios rebosantes de carmín.
K la miró un segundo, y no pudo esquivar la impresión de que buscaba despertar el interés de las braguetas que la rodeaban. Seguramente acostumbraba a hacerlo en juventud, y no era consciente del efecto que producía treinta años después.
-Mi versión de los hechos, dice… -arrastró los ojos hasta el teniente Denver de nuevo. Dio una calada profunda al pitillo y escupió la cortina de aire poluto hacia un lado. Luego sonrió.

No era su versión de los hechos.
Era la verdad.
 
Los tenían rodeados.
Se encontraban parapetados tras un enorme risco rocoso; resto de lo que antaño probablemente fuera un glorioso collado, ahora reducido a poco menos que escombros. Desde  varias lemas de altura, podía divisarse el espeso claro que los taladores habían dejado. La rutina había sido la misma de siempre. Llegar. Arrasar. Huir.
A eso se dedicaba el glorioso ejército de Lunaterra; bien lo sabía ya. Y todas aquellas ideas que los cadetes ensalzaban; proteger al civil, ser un ejemplo de superación… Utopía.
Patrañas.
Lunaterra estaba sumida en la pobreza. Una pobreza honda, de esa que nace en las tripas de la gente y se extiende hasta sus ojos. Por eso los lugareños miraban como ratas ansiosas todo cuanto se moviera; preguntándose de qué manera lo podrían cocinar.

-Se encontraban escondidos tras la roca –hiló la becaria, aparentemente buscando confirmar que había redactado bien el párrafo. La mujer del cabello azul levantó los fieros ojos negros como si pesaran más que su propio orgullo y masculló.
-No he dicho escondidos. He dicho parapetados.

-¡Tenemos que llegar a la nave! –gritó ella, para hacerse oír por encima del sonido atronador de los disparos. Asomó ligeramente la cabeza para tratar de tener una idea de cuántas serían sus posibilidades de lograrlo de una sola pieza, pero automáticamente la volvió a esconder. Las esquirlas de piedra saltaron esparciendo la arenisca en derredor, por el impacto del disparo que había acertado justo donde momentos antes, podría haberle atravesado la frente.
-¡Estás loca! ¡Hay más de media lema en campo abierto hasta la nodriza! ¡No lo conseguiremos! – Court trató de disuadirla. Luego Sawyer se acercó arrastrándose como una salamandra, y pegó la espalda a la roca, junto a ella.
Ni siquiera lo miró. No le caía bien aquél muchacho.
-¡Bien, el plan sigue adelante! ¡Lo haremos como teníamos previsto!
-¿¡Qué plan, Sawyer!? ¿¡El de mandarnos a morir por nada!? –cargó la escopeta y se asomó con toda la entereza que logró reunir. Disparó dos veces antes de volver a su escondite, frustrada por el regusto amargo de no haber acertado en ningún blanco. -¡Ya no hay plan, sargento!- usó la mano libre para sacar las balas del paquete y, meticulosamente, las cargó una a una en el arma. -¡A la mierda con todo esto, nos largamos! 
- ¡No estás aquí para cuestionar mis decisiones, soldado! ¡Harás lo que se te ordene! – Sawyer había acercado tanto su cara al oído de ella, que sintió el aliento del hombre en la piel. A aquellas alturas, el rostro del sargento estaba adoptando un color rosado, y gesticulaba ferozmente  con la mano como si eso le devolviera un poco de la autoridad que había ido perdiendo a lo largo de aquella operación.  -¡Tú, y todos vosotros! ¡Vais a hacer lo que se os paga por hacer! ¡Y moriréis si hace falta, por la gloria de Lunat…!
Sawyer no acabó esa frase.

-Me golpeó, señor. Me rompió la nariz –se señaló la venda que le partía en dos la cara, cubriendo el evidente desperfecto. –Y le juro que si mi tabique nasal no vuelve a quedar justo como estaba antes, yo…
-Sargento, se está desviando del tema. Otra vez –lo atajó el teniente Denver, con las manos entrecruzadas sobre la mesa de interrogatorio. El silencio se hizo un minuto, en que el rasgueo frenético del bolígrafo de la becaria se disolvió hasta fundirse con el ambiente.
-Sí. Perdone, mi teniente –admitió Sawyer, con aire derrotado.
-La soldado Knigthway desobedeció su orden de volver al desfiladero bajo fuego abierto. Usted le insistió recordándole por qué estaban allí. Ella le golpeó con… le dio un cabezazo, ¿cierto?
-Con el casco puesto. Sí, señor. Aprovechó el momento de confusión contra mí, y soliviantó al resto de soldados para amotinarse.
-Entiendo. Continúe- Sawyer levantó los acuosos ojos, a medio camino entre el azul y el verde, y apretó los labios.
-Luego… -tragó saliva y bajó la vista, avergonzado. –Luego todos huyeron de allí.

-¡Foxtrot, pon en marcha la nave! ¡Salimos de aquí! –le dio una voz al piloto. Él se giró tan sólo un segundo. No había ningún oficial al mando, pero se apresuró en cerrar la compuerta de carga lateral. Sawyer aún llegó a tiempo de subir a la nave, jadeando, y sangrando copiosamente por la nariz.
-¿Qué pasa, Sawyer? ¿No quieres quedarte a negociar?
-Esto es una puta locura… todos locos… estáis… todos… -trató de recuperar el aire con las manos apoyadas en las rodillas. Dejó caer el rifle, y poco después perdió el equilibrio cuando la nave nodriza, cargada con dos centenas de hombres y cuatro taladores M-7 pocas horas antes, hizo un despegue demasiado rápido, ahora notablemente más liviana. K se agarró al empaque de seguridad del muelle de carga, sin apartar la vista desafiante del sargento.
-Estamos jodidos. No tenéis ni idea de cuánto –Sawyer pegó la espalda a la pared, tratando de resistir las temblorosas sacudidas de un motor que ganaba en potencia más de lo que se podía permitir.
-Pero estamos vivos –repuso K.
-¿Es que no lo queréis entender? ¡Hemos perdido millones; los taladores se han quedado allí! Esto es el fin de nuestra carrera militar.
-Una carrera fugaz la suya, sargento –se burló Court, tratando de conservar una sonrisa en su ya muy pálida cara por la pérdida de sangre. Nasha Targe estaba a su lado, tratando de comprimir la herida inútilmente, con el poco equipo del que disponía. K le devolvió una sonrisa ladeada a su moribundo amigo y se arrodilló junto a él. Ambos sabían que no saldría de allí por su propio pie.


-Todos lo sabíamos. Era más que evidente –K arrastró las palabras y pestañeó, abanicando al teniente Denver con un gesto, pese a todo, poco natural.
-¿Qué pruebas tenían de que el Sargento Sawyer mantenía esta clase de relación  con la capitana Hepkin? –preguntó Denver, sin variar ni un ápice su expresión, ante los detalles morbosos.
-Todas, señor. ¿Un niñato de academia que jamás ha pisado el campo, pegado al culo de la capitana? Sawyer no era muy discreto en sus escarceos. Y la capitana… - se sonrió, pagada de sí misma.
-Continúe.
-La capitana constantemente cambiaba de… protegido.
-¿A qué se refiere?
-Joder, ¿cómo decirlo? Que era una zorra, señor.
-Soldado Knigthway, no toleraré esa clase de lenguaje en mi presencia –K alzó las manos en señal de rendición. Luego apagó el pitillo contra la mesa blanca. Hizo como que no vio la oscura mancha de la ceniza en el plástico del mueble.
-Mis disculpas, señor. No soy poeta. No sabría cómo decir que la capitana se dedicaba a follarse a todo el pelotón sin resultar ofensiva.
-Todo esto son meras especulaciones.
-Tendrá que interrogar a los muchachos, si quiere los detalles.
-Concretamente,  hablábamos de los detalles del sargento Sawyer.
-A nadie le gustó la destitución del sargento Paxton, señor. Y tampoco nos hizo gracia que el nuevo sargento fuese un lamec… -reconsideró sus palabras al toparse con los ojos impasibles de Denver, brillando por primera vez. –Todos sabíamos que Sawyer había llegado ahí sólo porque se había follado a Hepkin. Sawyer carecía de experiencia  de ningún tipo; sus medias como cabo no eran gran cosa. Y llevó a muchos hombres a morir. Buenos hombres, señor.

-Todavía no entiendo cómo han podido torcerse así las cosas… -Sawyer tenía la mirada perdida por el pequeño ventanuco de cristal reforzado de triple capa. No había más que nubes en un cielo rojo, sobre las grandes ruinas de Lunaterra. La nave llevaba la velocidad adecuada en el interior de una atmósfera de aquél tamaño. Sin embargo K sentía que no iban a llegar jamás.
-Regocíjate, rata. Estás con vida –le respondió, hosca, mirando en la dirección opuesta.
-Sí… Fue mi primera misión de campo y perdí a casi todos los hombres y el equipo. Regocijémonos.
-Mis camaradas han muerto ahí abajo. A ti sólo te importan las cifras del gobierno y las de tu salario –Sawyer desvió los ojos azules hacia ella. Con el cielo rojo reflejado en su brillo, parecían extrañamente violáceos. Su rostro cubierto de pecas le daba un aspecto enfermizo.
-Lo siento. Siempre trabajé por mi cuenta. Supongo que no todo el mundo sirve para ser líder-admitió, con aire de derrota.
 -Eso debiste pensarlo antes de enviar a cien hombres a hacer de carnaza.
-Eran las órdenes, chica del extravagante cabello azul. Si no las hubiera dado yo, las habría dado otro en mi lugar. Pero el destino habría sido el mismo.
-No. El mismo no.

Lunaterra ya no era lo que antaño fue.
No era un lugar seguro; ni siquiera estaba convencida de que fuese un lugar. Probablemente, para el resto de planetas del universo, ya ni existiera.
Ahora era una ruina flotante. Un suburbio interminable, de norte a sur; de este a oeste.
Un lugar por el que ya no valía la pena luchar; con un gobierno corrupto que hacía demasiado que había dejado de preocuparse por sus habitantes.
K pensó que, tristemente, ya nada la ataba allí.
Lo único que la había mantenido todo aquél tiempo habían sido sus sueños de ver el planeta cambiar. Pero ya no estaba segura de que eso fuese a suceder.
Nunca.
Cuando salió del elegante edificio de la comisaría militar, miró hacia el nítido cielo azul y se desperezó como si hiciera días que no durmiera. Luego se rascó la nuca, y se desordenó el cabello corto y despuntado, de un llamativo azul eléctrico. Quien quiera que visitase aquellas instalaciones y jardines, no podría sospechar jamás que todo el dinero del planeta era destinado a mantener aquella infraestructura.
Utopía. Patrañas.
-¿Qué vas a hacer ahora? –Sawyer se situó junto a ella, campechano, con la vista perdida en el mismo punto del infinito que K ostentaba mirar. La muchacha lo miró recelosa y entrecerró los ojos.
-¿Y a ti que te importa?
-Me han expulsado del ejército, igual que a ti –señaló el saco de tela que K llevaba al hombro, con sus escasas pertenencias. - Tengo una nave pequeña. Puedo llevarte, si pagas. Adivino que no tienes nave propia –ella ladeó la cabeza y entreabrió los labios para quejarse.
-Te partí la nariz cuando se suponía que me ataban unas normas. ¿Sabes lo que podría hacerte, ahora que no tengo que rendir cuentas a nadie?
-No tengo nada en tu contra –Sawyer se encogió de hombros y señaló la herida de su nariz, ya cosida aunque aún amoratada.- Las circunstancias hacen a las personas. Lo dijo un antiguo poeta. Uno puede actuar de diferente manera según la circunstancia. Nuestra circunstancia nos hacía enemigos en cierto modo. Pero ahora sólo somos dos perros callejeros y no tenemos nada más que lo que podamos ofrecernos mutuamente.
–K agachó la mirada, reconsiderando las palabras del joven, y se humedeció los labios.
-¿Qué hay de Hepkin? ¿No va a testificar en tu favor? Eso podría salvarte el culo- Sawyer la miró como si estuviese loca, y sonrió vagamente.
-¿Qué dices? Ya tiene amante nuevo. Puede que incluso le den mi puesto vacante. –Se rió de su propio chiste. K asintió, comprendiendo. Al volver la vista al cielo de nuevo, aceptó que su guerra al fin había terminado. Sawyer ya no era un enemigo al que combatir.
-Era un filósofo.
-¿Qué?
-No era un poeta, Sawyer. Era un filósofo. El que dijo eso de "yo soy yo, y mis circunstancias". Y ahora dime dónde tienes ese trasto tuyo, y espero que pilotes mejor de lo que das órdenes -Sawyer frunció el ceño por un momento, contrariado. Luego repuso, convencido:
-Claro; claro. Soy un piloto de primera.

Pero no lo era.
No mucho.

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Cap 0002


-Mi pequeña princesa; es hora de madurar. Ya eres lo suficientemente mayor. Tienes que ser fuerte –decía el hombre. Tenía un rostro apacible; el aspecto adorable de quien atrapa las moscas sin matarlas para echarlas a volar por la ventana. Y una voz melosa, que K odiaba. –Ahora serás la reina de esta casa. Tu madre así lo habría querido –puso su mano pesarosa en el hombro de K, y ella la apartó de un fiero manotazo; se revolvió y gritó histérica. Todo a la vez.
 -¡NOOOO! –se incorporó sudorosa, en el camastro.
Por un momento había olvidado dónde estaba; y la respiración agitada le valió un mareo repentino, una arcada; y acabó vomitando a un lado después.
Permaneció durante un par de minutos agarrada al borde metálico de la incómoda tumbona de lona entretejida. La nave de Sawyer no estaba acondicionada para viajes largos.
Cuando se sintió lo suficientemente entera para levantarse, se limpió la boca con su propia camiseta y se apartó el flequillo de la frente. Dio un par de tumbos antes de replegar la hamaca sobre sí misma en la angosta zona de carga, y se dirigió al compartimento de mando, buscando a Sawyer.
Nada más se abrió la compuerta de la cabina, el ligero y lejano zumbido de los bajos de alguna insoportable música se hizo atronador y le taladró las sienes como si fuera un M-7.
-¿Qué es esta mierda? ¡Estaba intentando dormir, gilipollas! –Sawyer se giró hacia ella un segundo, sorprendido de su presencia allí, e indignado por su comentario.
-¿Qué dices, tía? ¡Es industrial metal! ¡Son obras de arte del siglo veint…!
-¡Apágalo, apágalo! –hizo un gesto con la mano, como si se cortara el cuello, indicando que le daba igual. Sawyer arrugó el morro con cara de asco; pero le hizo caso.
-Joder, ¿a qué hueles? ¿Vómito? –K se miró un segundo la camiseta sucia, se rindió y se derribó junto a él, ocupando el asiento del copiloto. Luego enterró los dedos en su pelo, repeinándolo hacia atrás sin mucho éxito. Suspiró.
-Conduces de puta pena. Me tienes el estómago revuelto…-al muchacho le hizo gracia y soltó una risilla sardónica.
-Claro. A lo mejor la princesa necesita un chófer nuevo.
-¿Qué has dicho? –lo miró, repentinamente más seria.
-Chófer –Sawyer borró de su cara las ganas de bromear, sin comprenderla del todo. K lo apuntó con un dedo acusador y frívolo.
-No vuelvas a llamarme princesa. Nunca.
-Lo que tú digas… -asumió, contrariado. Luego arrastró la vista hacia el espacio que surcaban en ese momento y agarró de nuevo los mandos con firmeza. Se encogió de hombros. – Menudo viajecito… Por curiosidad, ¿siempre eres así de dulce? -habló más para sí mismo que para ella.
-¿Cuánto tardaremos en llegar?
-Pues sobre eso, quería decirte… -K puso los ojos en blanco. Se esperaba algo así.
-Tardaremos más de lo acordado.
-Pero no mucho más. Apenas voy a tener que desviarme; repostaremos en la Luna 4.
-¿En Luna 4? Pero si acabamos de salir de Lunaterra, ¿tu mierda de trasto no tiene autonomía para volar por más de dos horas?
-Tres. Hemos volado tres horas.
-Encima es lento.
-Y además, se debe a que no rellené el combustible antes de salir. Tú sabes… falta de costumbre de volar.
-¿A quién se le ocurre salir al espacio abierto sin rellenar el depósito de la nave? –se pasó la mano por la cara, hastiada.
-No es tan grave; Luna 4 está ahí mismo. Ni siquiera notarás el retraso. No mucho.
-Voy a darme una ducha –la joven desistió de mantener una conversación coherente con él. Ahora que lo trataba más de cerca, Sawyer le parecía aún más imbécil que antes. Se levantó de allí, estirando el cuello dolorido. Procuraría no volver a dormir en lo que restaba de viaje.
-Mmeh… Es un riesgo.
-¿Qué quieres decir? –se detuvo en la puerta para encararlo, y él se volteó en la silla, dado que no era giratoria.
-El depósito de agua del aseo. No sé si queda algo de carga, y en todo caso no esperes una ducha caliente.
-Mira tú por dónde… no la esperaba… -farfulló K entre dientes, y se marchó de allí. Antes de alejarse del todo, aún alcanzó a escuchar:
-¡Y no hay puerta!

Depósito de agua del aseo.
Aseo.
A K la sorprendía mucho lo manipulativo que podía llegar a ser Sawyer a veces. Sabía cómo dibujar una sonrisa encantadora y luego venderte el infinito, con tanta convicción que acababas por creer que podías comprarlo. Aquello era un perfecto ejemplo.
El supuesto aseo sin puerta tampoco tenía paredes, ni era un aseo como tal. Consistía en una pequeña bomba de agua en una pared, con su respectivo eyector, y una rejilla de desagüe en el suelo. La misma rejilla que se levantaba, dejando un vistoso agujero por el que iban a desaparecer todos los desechos humanos. K miró en derredor.
Le extrañaba no haberse dado cuenta antes de la existencia del “aseo”.
Estaba a metro y medio de la cama plegable.
Además; el agua estaba fría.

-Te he cogido algo de ropa –dijo sin más, cuando regresó a la cabina. Sawyer pulsó un enorme y llamativo botón color ámbar con aires de interesante –presumiblemente, había logrado programar un rumbo para el piloto automático- y la miró con una sonrisa de oreja a oreja que se borró enseguida.
-Mierda, ¿esa ropa es mía? ¿De dónde la has sacado?
-Del mismo sitio donde guardas una repugnante colección de bragas –Sawyer se rascó una ceja con cara de no saber nada del asunto.
-Y yo que tenía la esperanza de verte desnuda.
-Eso es tener fe –se sentó en el sillón del copiloto y se reclinó hacia atrás, notoriamente más relajada. Sawyer se tomó un par de segundos de reflexión y luego preguntó:
-¿Por qué? ¿Eres bollera o algo así?
-¿Pero qué dices, imbécil?
-Está bien, no pasa nada si te gustan las tías. A mí me gustan también, te comprendo perfectamente.
-No-soy-lesbiana. Pero los tíos como tú me dan ganas de ponerme a chupar almejas –Sawyer se carcajeó por lo alto y negó con la cabeza.
-No dirías lo mismo si hubieras probado esto, nena. Me valió un ascenso a sargento- comentó, pagado de sí mismo, señalándose por un instante el pantalón.
-Fíjate cuánto me interesa.
-Oye, he estado pensando… -Sawyer se dejó escurrir en el asiento, hasta encontrarse cómodo. K se mordió la lengua para no soltar otro comentario hostil –sobre lo que pasó en la colina de Target…
-No me apetece hablar sobre ello, Sawyer –desvió la vista hacia la ventana lateral, ofreciéndole la espalda al joven –Olvídalo.
-Me gustaría, pero me rompiste la nariz y el dolor me hace recordarlo –el muchacho  sintió que quizá no debería haber mencionado el tema. K había perdido a muchos amigos y conocidos en Target tres días atrás. –Sé que no servirá de nada a estas alturas, pero… Sólo quería decir que lo siento.
-Ya.
-No estuve a la altura de las expectativas de nadie… ni siquiera las mías –K guardó silencio algunos instantes. Luego sintió ligeramente punzado su corazón, y cargándose de paciencia le dedicó una mirada displicente.
-Está bien, odio a los mártires. Déjalo ya. No fue tu culpa.
-¿No lo fue?
-No.
-¿Entonces por qué tengo la nariz rota?
-Tú solo fuiste una piedra en una cantera. Añadías un poco de peso al problema pero no suponías el problema en sí –se puso en pie y cogió la bolsa que había dejado colgada cerca de la puerta de la cabina. No llevaba mucho dentro; un par de mudas sucias, algo de dinero, y… -¿Fumas? –le ofreció un cigarrillo a Sawyer. Él negó con la cabeza.
Sawyer ya no volvió a mencionar nada. Pero parecía haber tocado la fibra de K, quien, cigarro en mano, siguió hilando pensamientos en voz alta mientras volvía a sentarse en el –extrañamente reconfortable en comparación con el resto de la nave- sillón –Lunaterra está perdida… podrida desde los intestinos. Políticos… ejército…No era un modo de vida honrado. Cuando ingresé pensaba que iba a convertirme en la heroína de Lunaterra. Ya sabes; ayudar a los pobres, y toda esa mierda… -divagaba, haciendo gestos con la mano. El muchacho se había vuelto ahora hacia el frente, controlando el rumbo de la nave por si –excepcionalmente- hubiera metido la pata y no lo hubiera programado bien. Pero observaba a la mujer de reojo, mientras hablaba. Por un momento, el curso de la conversación se desvaneció para él. Se hundió en el silencio, quedándose sólo con sus pensamientos, y dichos pensamientos querían anclarse en la boca de K. La manera en que sus carnosos labios abrazaban el filtro del cigarro, y luego escupían el humo suave y delicadamente. Sawyer pensó dos cosas. Primero, que era lo único que había visto a K hacer con natural feminidad. Segundo, que tenía unos labios muy bonitos - …y cuando te das cuenta estás metido hasta el cuello –volvió a la vida real, y todo cobró de nuevo el sonido que parecía haberse esfumado por un instante –Ni siquiera creo que pudiéramos llamarnos soldados. Mercenarios, es lo que éramos. Saquear planetas vecinos. Me revuelve las entrañas. Lo peor es que hubo un tiempo en que me creí todas esas farsas y realmente pensé que era necesario hacerlo por el bien de los nuestros. Y un carajo. Algunos buenos hombres se daban cuenta de lo que estaba pasando… y se oponían… ¿y qué hacían con ellos? Destituirlos… Y meter a cambio nuevas marionetas que se dejaran manipular… -la chica arrastró los ojos negros hacia el joven. Como si lo hubiera pillado haciendo algo reprobatorio, él miró a otra parte.
-Te refieres al sargento Paxton.
-Una roca.
-¿Paxton es una roca?
-No, al frente, una roca estelar. ¡Piedra, meteorito! ¡Mierda, maniobra! –Sawyer se apresuró a tomar los mandos de la nave y tiró con fuerza para virar. La nave no respondió en absoluto. El pequeño punto lejano que era el meteorito se acercaba más y más por segundo, mientras el joven guerreaba contra su propio panel de control.
-No va, ¡por todos los…!
-¡El piloto automático, desactívalo! –K alargó la mano y golpeó el botón. Justo en ese momento la nave viró tomando el rumbo que marcaban los controles. Un rumbo muy aleatorio. Unos segundos después, un meteorito apenas más grande que el propio vehículo siguió su curso tranquilamente sin inmutarse.
-Uf, por los pelos –reconoció Sawyer, y le dedicó una sonrisa de disculpa a la muchacha. Ella lo acuchilló con los ojos.
-No tienes ni idea de pilotar una nave. Se supone que el navegador tiene un detector de emergencia para obstáculos. Y el piloto automático se desactiva cuando salta. ¿Por qué no lo has programado?
-¿Enserio? Debería leerme el manual de instrucciones.
-¡Es algo básico cuando obtienes el permiso de vuelo!
-Ehm… verás… -K estaba tan enfadada que tardó en caer en el asunto. Luego abrió los ojos como platos.
-¡No será verdad! ¡No tienes permiso de vuelo!
-Bueno, estrictamente hablando…
-Yo te mato –lo cogió por el cuello de la camisa, con intención de volverlo a golpear -¡Dijiste que eras buen piloto!
-¿Y no lo soy? ¡He aprendido sólo! Hace… -consultó su reloj de muñeca –tres horas y cincuenta y dos minutos que sé conducir –K tuvo que controlarse mucho para soltar al muchacho sin darle un puñetazo. Luego se pasó las manos por la cara.
-¿Por qué tienes una nave si no sabes ni conducirla? –preguntó, desesperada.
-Buf, es una larga historia.
-Vale. Olvida mi pregunta.
-Está bien, no es tan larga. Viajaba con una chica. Ella era piloto profesional.
-¿Y dónde está ahora? –puso los brazos en jarra, inquisitiva. Sawyer se acarició la nuca.
-¿Quién sabe? Le perdí la pista cuando cortamos- la muchacha puso los ojos en blanco, y suspiró.

Nunca antes había estado en el satélite 4. O Lunas, como los llamaban la gente de a pie. Pero era, con todo, muy similar a los otros seis satélites de Lunaterra, y al propio planeta. Incluso, cabía decir, en las lunas era donde el gobierno veía mermada su influencia, y la ley y el orden hacían la vista gorda. Gran parte de la chusma de Lunaterra se desplazaba a las lunas para contrabandear, prostituirse o ejercer otros oficios de dudosa legalidad, dado que extrañamente los foráneos se adentraban tanto en el sistema como para llegar al planeta central.
K alzó la vista al cielo oscuro. Permanentemente oscuro.
Algo que odiaba de las lunas era que nunca se hacía de día, como en Lunaterra. Echaba de menos ese despliegue de colores en la atmósfera; era de lo poco bonito que tenía el planeta.
-Pues ya está –Sawyer se sacudió las manos y se acercó a ella, campechanamente. –El depósito está lleno. Cuando hayas respirado el suficiente aire puro, podemos volver a ponernos en marcha –comentó con sarcasmo. Una de las primeras cosas en que se apreciaba la capacidad económica de un planeta era en la calidad de su aire. En las Lunas, los generadores de oxígeno reutilizaban una y otra vez el aire viciado, poluto e infesto. Esto era fuente de numerosas enfermedades, y las personas nacidas y criadas en la ausencia de luz y aire naturales solían ser enfermizas y poco longevas. Por eso, los lugareños decían que la pobreza de Lunaterra flotaba en el ambiente.
-Este sitio huele a mierda –comentó ella, asqueada.
-Si, en ciertas cosas se echa de menos trabajar en La Cúpula. Pero qué le vamos a hacer.
La Cúpula era el nombre que recibía el sector Qatorce de Lunaterra. Un amplio y esplendoroso terreno cubierto por una ostentosa campana de cristal endurecido que reunía las instalaciones militares, los organismos políticos y, excepcionalmente, a las muy pocas familias que se pudieran costear su estancia. Dentro de La Cúpula nada tenía que ver con el exterior. Donde en la una todo eran frondosos jardines, edificios pomposos, aguas cristalinas y aire puro -¡aire puro, a diario!-, en el otro no había más que hambruna, miseria y calamidad. Ruinas, pestilencia, enfermedad.
-¡Eh! –gritó K, señalando a las espaldas de Sawyer. Algunos metros más atrás, justo donde estaba aparcada la nave del joven, un muchacho había echado a correr, llevando en las manos lo que parecía alguna pieza suelta del motor.
-¡LADRÓN! –gritó Sawyer, y echó a correr detrás del chico, como alma que lleva el diablo. Por un momento, K dudó sobre si seguirlo o no, pero valoró la posibilidad de que se tratase de una mera distracción. Si abandonaban la nave, podían perder algo más que unas simples bujías. Instintivamente, se llevó la mano al cinturón para sacar su pistola. Pero ya no la tenía consigo.
Chistó, disconforme.

Para cuando Sawyer regresó, ya sabía por su cara, que traía malas noticias.

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« Última modificación: 11 de Octubre de 2014, 14:08:23 por Queen K »
 

06 de Octubre de 2014, 16:45:08
Respuesta #1

Xus

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Me ha gustado, con lo del aviso inicial esperaba algo mas rollo instinto básico, pero dejando a un lado las espectativas inciales, me ha parecido bien escrita y molona.
Tal vez revisaría el narrador omnisciente , que dado que cortas en párrafos la narración para dar diferentes puntos de vista, me ha resultado algo extraño que el narrador no tome partido para decir lo que piensa el personaje e intuir lo que piensa el otro, y separar un poco las entrevistas. Pero bueno, todo esto es muy subjetivo.
Le doy mis dies!  :;):
 

06 de Octubre de 2014, 17:40:03
Respuesta #2

Queen K

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Me ha gustado, con lo del aviso inicial esperaba algo mas rollo instinto básico, pero dejando a un lado las espectativas inciales, me ha parecido bien escrita y molona.
Tal vez revisaría el narrador omnisciente , que dado que cortas en párrafos la narración para dar diferentes puntos de vista, me ha resultado algo extraño que el narrador no tome partido para decir lo que piensa el personaje e intuir lo que piensa el otro, y separar un poco las entrevistas. Pero bueno, todo esto es muy subjetivo.
Le doy mis dies!  :;):

Hola Xus!
Gracias por leerlo, y más todavía por comentar!
El aviso inicial es por toda la historia en general. Seguramente habrá muchas escenas de ese tipo,y me gusta avisar con antelación para que nadie se queje luego (hay gente muy puritana por ahí, aunque no espero toparme con ella en este clan, jeje). De todos modos viene bien dejar un aviso.
Lamento si te decepcionó que no hubiera una escenita de instinto básico en la sala de interrogatorios xDD  :lol: :lol: :lol:

En cuanto al narrador omnisciente; sí que hay muchas aclaraciones sobre qué está sintiendo o pensando uno de los personajes en ese momento. Sin embargo, creo que se debe al ritmo frenético del capítulo (mucha info en muy pocas páginas), y al gran número de cortes, que no he profundizado mucho más. Inicialmente el capítulo se alargaba bastante, pero preferí hacerlo más liviano por no aburrir.
Para no liarme demasiado, me gusta imaginarlo como si fuera una película, y veo las escenas tal como transcurrirían.
Espero que el resto de capítulos te gusten más, si los lees.

Un saludo!
 

06 de Octubre de 2014, 17:53:11
Respuesta #3

Tanisiko

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A mi me ha gustado. Al principio lo de cambiar el punto de vista del narrador solo cambiando de parrafo me ha liado un poco, pero al cabo de un par de frases le pillas el hilo. Buena historia, K
 

07 de Octubre de 2014, 19:49:39
Respuesta #4

Tycho Braher

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Pues a mi me ha gustado mucho. Y ni me he fijado en lo q dicen los compis del narrador. Ya solo me concentro en disfrutar del relato me ha encantado la frase "No sabría cómo decir que la capitana se dedicaba a follarse a todo el pelotón sin resultar ofensiva."
P.d. esto no será lo del sexo explícito no? Q he viato anuncios d champú mas picantes...
 

08 de Octubre de 2014, 09:36:15
Respuesta #5

Queen K

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Pues a mi me ha gustado mucho. Y ni me he fijado en lo q dicen los compis del narrador. Ya solo me concentro en disfrutar del relato me ha encantado la frase "No sabría cómo decir que la capitana se dedicaba a follarse a todo el pelotón sin resultar ofensiva."
P.d. esto no será lo del sexo explícito no? Q he viato anuncios d champú mas picantes...

Querido Tycho, no.
 :lol: :lol: :lol: :lol: :lol:

No obstante, ya sólo por decir esa frase te obligan a poner el aviso de palabras malsonantes, jaja.
Muchas gracias por el apoyo, me alegra cantidad que te haya gustado!

Y lo del narrador omnisciente es un tema para todos los gustos; los más imaginativos lo verán con claridad. Supongo que hay gente que prefiere narraciones más estáticas. Todo muy respetable, claro.  :like: :^_^:
 

09 de Octubre de 2014, 10:06:02
Respuesta #6

Esparter

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donde has colgado el capitulo siguiente????
Muy bueno
 

09 de Octubre de 2014, 20:43:05
Respuesta #7

Tycho Braher

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esparter acostumbrate, q esta gente te mandan un capitulo y ya te lo dejan en barbecho hasta la pascua de resurrección, q delan lleva con el suyo pendiente un mes o cosa asi...
 

10 de Octubre de 2014, 08:40:06
Respuesta #8

Queen K

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esparter acostumbrate, q esta gente te mandan un capitulo y ya te lo dejan en barbecho hasta la pascua de resurrección, q delan lleva con el suyo pendiente un mes o cosa asi...
Tycho cuando seas ama de casa comprenderás el poco tiempo que se tiene para una misma ò.ó
 :lol: :lol:

Y Esparter, el segundo cap  lo llevo a la mitad ya :D
Espero tenerlo prontito, un beso!
 

11 de Octubre de 2014, 01:49:24
Respuesta #9

Rafa _Too Wild

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Q way! Mola Queen. ;) Queen knightway. ¿Lunaterra existe en el lore de SC o te lo has inventado todo?
 

11 de Octubre de 2014, 10:25:02
Respuesta #10

Tycho Braher

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ains, queen, que me vas a contar, soy currante, amo de casa (a tiempo parcial, q mi mujer tb curra y nos repartimos las tareas en función de las aptitudes, ejemplo, yo cocino pero no dejes q me acerque a la mesa de la plancha) y padre de 2 bestiezuelas a cual mas nerviosa, aun así no se deja con la intriga a un compañero cowboy  xD
 

11 de Octubre de 2014, 11:24:39
Respuesta #11

Queen K

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ACTUALIZO: YA ESTÁ COLGADO EL CAP 2.


Q way! Mola Queen. ;) Queen knightway. ¿Lunaterra existe en el lore de SC o te lo has inventado todo?
Hola Rafa, que alegría leerte por aquí!
Ya sabes que eres uno de mis preferidos (peloteos aparte)  :O:D: :O:D: :O:D: :O:D:
La verdad es que no suelo atarme al lore de ningún juego, pero trato de que mis historias entrelacen en buena medida el lore del juego con la parte inventada.
Lunaterra no existe -hasta donde yo sé, y sería una sorpresa descubrir lo contrario- en el lore.

ains, queen, que me vas a contar, soy currante, amo de casa (a tiempo parcial, q mi mujer tb curra y nos repartimos las tareas en función de las aptitudes, ejemplo, yo cocino pero no dejes q me acerque a la mesa de la plancha) y padre de 2 bestiezuelas a cual mas nerviosa, aun así no se deja con la intriga a un compañero cowboy  xD
Tycho me has conmovido con tus palabras. Sólo por tí, he apurado y acabado el cap 2 XDD

donde has colgado el capitulo siguiente????
Muy bueno
Lo he colgado en el primer post, debajo del cap 1. Iré actualizando ahí mientras pueda, para que sea más fácil de encontrar.
Un saludo y gracias por leerme!  :^_^: :^_^: :^_^: :^_^:
 

11 de Octubre de 2014, 11:56:02
Respuesta #12

Tycho Braher

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mil gracias queen. me encantan lo natural que te salen los diálogos.

p.d. maaaaaas maaaaaaas
 

11 de Octubre de 2014, 12:57:43
Respuesta #13

Rafa _Too Wild

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Ya he leído el segundo. Esto engancha ;) tienes madera de novelista.
 

11 de Octubre de 2014, 18:56:30
Respuesta #14

Havok Specter

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  • En el espacio impera la ley del oeste
aunque recientemente aumenté el numero de caracteres en cada post, no recuerdo si 60.000 o 70.000 cuidadin con los textos largos en el primer mensaje que supongo que mucho más no cabe xD

p.d: prosiga usted con sus 50 sombras de queen  :P: